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REVISTA

SEX AND THE CITY 2

Más que sexo en la ciudad
Hace seis años la exitosa serie Sex and the City terminó, dejando en el recuerdo de las mujeres de mi generación una efervescente y apasionada mirada de nuestro mundo femenino. Hablar de sexo y hombres en voz alta, sin acumular culpas, fue quizá el aporte más importante que hicieron Carrie, Samantha, Miranda y tímidamente Charlotte en las pantallas. Hoy tenemos en cartelera la segunda entrega de su versión cinematográfica que busca continuar una historia de amistad y curiosa profundidad.
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SEX AND THE CITY 2

LA VIDA CONTINÚA EN NUEVA YORK

La acción empieza con una fastuosa boga gay, cisnes, Carrrie Bradshaw, interpretada por Sarah Jessica Parker, vestida de padrino, y Liza Minnelli cantando Single Lady (Put A Ring On It) a todo pulmón, un inicio que impacta al público y define la esencia del filme, moda, lujo y liberación, ya no solo femenina, sino homosexual.

No hay duda que la historia se hizo para cambiar patrones, establecer tendencias y abrazar una visión más abierta de la vida. Asistí a ver el filme el día del estreno en nuestro país, el 3 de junio, y en la fila del cine claramente se podía observar a quién iba dirigida la película: mujeres y gays.

Todos contagiados por la misma enfermedad: el cariño a una trama que conspiró con muchas y muchos durante sus veintes y treintas, acompañando durante los seis años de la serie televisiva la soltería de sus seguidores como la de sus protagonistas y su búsqueda irremediable del amor.

A pesar de que la crítica fue muy dura tras el estreno de Sex and the City 2, escrita y dirigida por Michael Patrick King, las chicas de Nueva York pudieron mantener el primer lugar en las taquillas británicas durante dos semanas. Sarah Jessica Parker, Kim Cattrall, Cynthia Nixon y Kristin Davis alcanzaron las expectativas de su público inglés en las dos horas y media que dura el filme.

DE LA GRAN MANZANA A UN SOL ABRASADOR

La acción radica en la continuidad de sus vidas como mujeres, madres, esposas y amantes. La complejidad de Carrie Bradshaw la enfrenta en un laberinto inacabable de definiciones personales y profesionales. Ella y Mr. Big, su eterno amor y ahora esposo, decidieron no tener hijos, ser solo ellos dos; sin embargo, esta difícil determinación la enfrenta a sus libros y a sus lectores.

La soltera más honesta de Nueva York, conocida en la historia por escribir en su columna Sex and the City todo sobre sus amores y devaneos existenciales, ahora debería cumplir el perfecto rol de una esposa y ser madre. Eso esperan de ella. Pese a ello Carrie no está dispuesta a satisfacer, una vez más, a los demás. Sigue sus instintos, se confunde con un ex amor, Aidan Shaw, pero descubre al final que su universo es lo único que marcará su paso.

Construir un camino a tu medida sin reparos ni vergüenzas es otro mensaje importante de la película. La conversación de Charlotte (Kristin Davis) y Miranda (Cynthia Nixon), las dos amigas que se atrevieron a asumir la maternidad como un bien muy preciado, rompe el silencio habitual que asumimos las madres para perpetuar una imagen ideal, incólume, y asumen con todas sus letras que ser madre es agotador, que la culpa por desear tener ayuda las avergüenza, que necesitan desesperadamente tiempo para ser ellas, y solo ellas. Voces interiores que entre Channel y tacones Manolo Blahnik enfrentan aspectos medulares de las mujeres de hoy en día.

Miranda trabaja, Charlotte no. Miranda siente que la presión laboral la empuja a un abismo de ausencias en la vida de su hijo, Charlotte siente que aun sin trabajar se agobia por el constante llanto de su hija biológica de dos años. Ambas en polos opuestos cercadas por un sentimiento bárbaro de emancipación para el final del filme.

El ejercicio de verbalizar es un aporte que le reconozco a esta historia, más allá de haber traído a figuras como Penélope Cruz o Miley Cyrus para atrapar la audiencia, y más allá de si esto ayudó o no, al salir de la sala de cine aprecié que intentaran dar un mensaje renovado, recordarnos a las mujeres, sobre todo a las latinas, que no existen fórmulas exactas para la felicidad.

La maravillosa posibilidad de fabricar con tus manos una estructura de madre, esposa, profesional, amante hecha a su medida es el gran bocado de un pastel sazonado con brillo y lujo ya que las amigas se escapan a los Emiratos Árabes a vivir una aventura en el desierto, en donde los tules y velos se combinan con Dior con suma exquisitez. En un ensamble insólito y atractivo de arena, camellos, cócteles, vestidos y desafíos por enfrentar.

Samantha (Kim Cattrall) después del cáncer y la quimioterapia encuentra en las hormonas y cremas a sus mejores aliadas para detener el paso del tiempo. Mantener su cuerpo tonificado por dentro y por fuera es el mayor objetivo de su existencia que solo sabe disfrutar de dos cosas: sus amigas y el sexo.

Al momento de llegar al aeropuerto de Abu Dabi, le confiscan todas sus medicinas por considerarlas sustancias prohibidas, lo que la empuja a padecer una menopausia sin control en el ardiente sol de Oriente Medio. Bochornos incontrolables y una sequía sexual inesperada.

Samantha representa el sexo puro en la historia. Carrie, Miranda y Charlotte viven su sexualidad acorde a su ímpetu y sentimientos, tratando de no desconectarlos, pero Samantha no. Ella reconoce con mucho orgullo que vive una sexualidad libre de culpa, otra vez la liberación, por el placer que produce hacerlo. Tener todo el sexo posible y engañar al cuerpo para que no se sienta viejo.

A medida que pasan los minutos y la trama corre, ella se ve confrontada con la mujer árabe, envuelta en una burka que ni siquiera le permite comer unas papas fritas con comodidad. Samantha resulta una ofensa para la sociedad conservadora y extremista, desde sus diminutas prendas hasta sus manifestaciones abiertamente eróticas cuando sintió que la libido repentinamente volvió a su menopáusico organismo.

Si me preguntan cómo hubiera querido que sea la secuela, les diría que así pero con un poquito menos de botox, pero, eso también es parte de la realidad y libertad que hoy las mujeres disfrutamos.

Así que alas y buen viento y ojalá tanto las películas y la serie sean vistas en el tiempo como un gran intento por desmitificarnos como seres ideales, madres abnegadas y trabajadoras sacrificadas, y nos vean como mujeres, nada más y nada menos. Capaces de disfrutar la moda si queremos y podemos pagarla, capaces de decir que no necesitamos ser madres, capaces de dejar todo lo que nos separe de nuestros afectos... Capaces de vivir el sexo en su dimensión más profunda y divertida... y decirlo en voz alta, si nos da la gana.

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