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Martes 28 de mayo 2013

¿Despoliticemos la política?

Por: Grover Pango Vildoso
¿Despoliticemos la política?
Foto: Difusión


Grover Pango Vildoso, autor de estas líneas


Escucho decir a un congresista, presidente de una comisión en el Parlamento, que “los políticos no colaboran” con su trabajo. Leo que un presidente regional responde en una entrevista que “los políticos son un cáncer”. Y en la televisión el ex – Presidente  Alejandro Toledo alega, como un subterfugio salvador, que él “no viene de la política” como otros, que lo suyo es la cátedra y la economía.

La política es la ciencia del gobierno. Arte le llaman otros. Es el ejercicio del poder que busca resolver los problemas que un pueblo confronta como parte de su convivencia. Es un quehacer ordenado hacia el bien común, ya sea aplicando la imposición o buscando el acuerdo.

No podría ser una pérdida de tiempo que el viejo Aristóteles, Nicolás Maquiavelo, Jean Bodin, Alexis de Tocqueville, el Barón de Montesquieu,  Friedrich Engels o Karl Marx y más recientemente con Antonio Gramsci, Karl Popper, Pierre-Joseph Proudhon, Joseph Schumpeter, Francis Fukuyama o Amartya Sen, entre miles de lumbreras, hayan pensado en el valor de la política o la hayan entendido como intrínseca al destino feliz o desdichado de la especie humana.

¿Acaso no fueron sino políticas las vidas y las muertes de Mahatma Gandhi y Martin Luther King? ¿O la prisión increíble de Nelson Mandela? ¿Olvidará la historia, con independencia de simpatías o rechazos, nombres como los de Georges-Jacques Danton, La Fayette o Robespierre; Lenin, Stalin o Trotski; Sun Yat-sen o Mao Zedong; Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt o John Kennedy; Francisco Franco, Dolores Ibárruri “La Pasionaria”, Winston Churchill o Charles de Gaulle?

Tal vez la historia todavía breve de nuestro país nos impida poseer la calma necesaria para valorar y comprender el aporte de tantos peruanos y sus experiencias políticas, aunque no hubieran tenido envergadura universal. Son tal vez muy recientes sus existencias y no se han disipado las pasiones generadas por sus actos. Como país independiente aún no cumplimos el bicentenario. En comparación, varios de los pueblos originarios de los que hoy forman la unión europea  -por ejemplo-  ya guerreaban entre sí hacia los orígenes del cristianismo. Somos todavía, en las sabias palabras de Luis Alberto Sánchez, “un país adolescente”.

También por eso, podría ser, que nos gana la impaciencia cuando esperamos resultados, tanto como nos olvidamos fácilmente de los errores cometidos. Recuérdese aquella sentencia atribuida a Jorge Santayana: “quien no conoce su historia está condenado a repetir sus errores”. Y la historia, más que un listado de cronología y heroísmo, está compuesta por sucesos y decisiones políticas que el ser humano protagoniza.

Fue el gran Aristóteles quien definió al hombre como un “animal político” (zoon politikon) basado en que, siendo gregario, al hombre le interesa todo aquello que se relaciona con la “polis” y por lo tanto con su propio destino familiar y colectivo. Haya de la Torre usaba mucho esta definición para fortalecer la convicción de hacer política y con ello ratificar el compromiso de sus seguidores. Aciertos de un verdadero líder. Además jugueteaba con deducir, siguiendo el concepto aristotélico, que aquel que no era político podía quedarse en animal. Pensando en eso, es de deplorar que haya quienes cumplen o habiendo cumplido una función pública, se empecinen en alegar que “no son políticos”. Entonces, ¿qué son?

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