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Viernes 10 de febrero 2017

El rol vital de la educación para la prosperidad global

Por Ingrid Peschke
El rol vital de la educación para la prosperidad global
Foto:difusión

Hace muchos años, como nueva maestra de un grupo de niños de 9 y 10 años del sistema de escuelas públicas de Texas, yo estaba profundamente consciente de la enorme brecha que existía entre mis estudiantes y los de las clases principales. Mi clase de alumnos de inglés como segunda lengua estaba integrada por inmigrantes, cuyos padres no habían culminado la enseñanza secundaria y no hablaban inglés. Yo había orado para saber cuál era la mejor forma de ayudarlos.

Por eso fue muy gratificante que uno de mis alumnos me encontrara en Facebook recientemente —varias décadas después de aquellas clases— para contarme que había culminado una carrera universitaria. ¡Fue un día muy feliz!

Necesitamos muchos más resultados como este. Por ejemplo: según un nuevo informe de las Naciones Unidas, las niñas de 10 años son vitales para la prosperidad global, y su educación es mencionada como el elemento más importante (véase “Why 10-year-old girls can lift the world,” [Por qué las niñas de 10 años pueden elevar el mundo] CSMonitor.com). Pero las niñas, al igual que las mujeres, los hombres y los niños, a menudo enfrentan obstáculos para aprender y progresar en sus vidas.

Hace más de un siglo la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, superó muchas de las limitaciones que la sociedad imponía a las mujeres, incluso el acceso a educación. Mediante sus propios esfuerzos y con la ayuda de su hermano aprendió lo suficiente como para convertirse en maestra de escuela por su propio mérito. Por encima de todo, sin embargo, su amor a Dios la condujo al descubrimiento espiritual de la Ciencia del Cristo —a encontrar la forma de restaurar la salud y la armonía sobre la base del método mediante el cual Cristo Jesús y sus primeros seguidores habían sanado—, y esto la elevó a una manera profundamente diferente de ver y superar toda clase de limitaciones.

Eddy escribió en su obra más influyente, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras que:“no es tanto la educación académica como una cultura moral y espiritual, lo que lo eleva más a uno. Los pensamientos puros y enaltecedores del maestro, constantemente impartidos a los alumnos, llegarán más alto que los cielos de la astronomía; mientras que la mente envilecida e inescrupulosa, aunque adornada con gemas de erudición, degradará los caracteres que debe instruir y elevar”.

Fue en esta sabiduría espiritual en la que me apoyé cuando estaba enseñando en Texas. Como Científica Cristiana, deseaba profundamente elevar mi pensamiento por encima de las imposiciones culturales y socioeconómicas respecto a mis estudiantes y sus futuros, y en su lugar considerar la naturaleza espiritual de los niños, sobre la base de las enseñanzas de la Biblia, de que todos somos creados por Dios, a Su imagen (véase Génesis 1:26, 27). En particular, el siguiente versículo de Isaías inspiró mis oraciones: “Y todos tus hijos serán enseñados por el Señor; y se multiplicará la paz de tus hijos. Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión” (54:13, 14).

Me dio esperanza saber que Dios, la única inteligencia suprema, comunica Su amor a todos nosotros. Oré para ver que los futuros de estos estudiantes no tenían por qué incluir un tratamiento injusto. Dios ama infinitamente a cada uno de nosotros, Su creación espiritual, y nunca podría favorecer a uno de Sus hijos en perjuicio de otro. Reconocer esta verdad nos permite rechazar las limitaciones y aprender cómo experimentar más del bien abundante que siempre es nuestro para que lo disfrutemos. Puesto que Dios es el bien ilimitado e infinito, nunca puede haber escasez del bien.

Me propuse poner en práctica esta “cultura moral y espiritual” en mi método de enseñanza, poniendo énfasis en el potencial ilimitado de mis alumnos, basado en su inteligencia otorgada por Dios, la cual es independiente de circunstancias materiales, tales como ingresos o género. Esto me inspiró a enfocarme en celebrar sus fortalezas individuales, a pesar de sus calificaciones o su nivel de inglés. Mis alumnos progresaron, y al final del año escolar los alenté a continuar su educación yendo a la universidad.

Más adelante dejé de enseñar y comencé una nueva carrera, pero el mensaje de mi
ex-alumno en Facebook me ha inspirado a seguir orando respecto a este asunto vital de educar tanto a las niñas como a los niños como forma de contribuir a la prosperidad y el progreso de nuestra familia global.

Ingrid Peschke escribe sobre espiritualidad y salud e integra del Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana, en Massachusetts, USA. Twitter: @impeschke

Contacto en Perú: Peru@compub.org

 

© 2016 The Christian Science Monitor. Usado con permiso.

 

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