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Sábado 02 de febrero 2019

Perú: rumbo a un Bicentenario sin política

Por: Jorge Luis Martínez
Perú: rumbo a un Bicentenario sin política
Foto: Difusión


Mg. Jorge Luis Martínez, autor de estas líneas

Cada día que pasa, en medio de un clima político beligerante y lleno de confrontaciones, nos acercamos más al Bicentenario de nuestra República. Cien años nos separan casi del primero que llegó en un país gobernado por unas élites que, al no estar a la altura de lo que su momento requería, fueron desafiadas pronto por los partidos de masas y cuadros. Décadas de lucha seguirían, con líderes y partidos fuera de la ley, decenios signados por gestas en pro de la libertad y, también, por los proyectos políticos de la reacción que se renunciaba a dejar su lugar a las fuerzas de la justicia social y la libertad.

Costó mucho lograr sentar las bases de un régimen basado en el equilibrio de poderes. Mucha labor y sacrificio a través de los decenios que siguieron al Centenario. Poco más de una década fue necesario para que a principios de los noventa, con el fujimorismo, regresemos a la antipolítica. Un gobierno popular que cambió el rumbo económico del país, pocos se atreven a ponerlo en duda, aunque a un alto costo político. Uno que acabó como tenía que terminar, para dar paso a cuatro gobiernos democráticos elegidos en las urnas que no han hecho otra cosa que seguir con los lineamientos del fujimorismo. Esto, a pesar que uno de los cuatro gobiernos intentó sin ningún éxito en su momento cambiar la Constitución.

Hoy, se espera el Bicentenario en medio de un clima político enrarecido. Venimos de dejar atrás una consulta popular en la que el pueblo no quiso ni bicameralismo ni reelección inmediata de parlamentarios. Una consulta que ha servido para cerrarle el paso a la experiencia, ya no se puede hacer carrera política en el Congreso, la experiencia se ha ido en buena cuenta al tacho. Una consulta que nos indica que el Congreso de la República seguirá contando con igual número de representantes, a pesar del crecimiento demográfico. Mejor dicho, de mal en peor.

Cierto es que la democracia tiene sus falencias. En un país como el nuestro, donde los notorios niveles de desigualdad, el aumento desesperante de la anemia y la metastásica presencia de la corrupción no hacen más que catalizar el disgusto del peruano de a pie y el crecimiento comprensible de la antipolítica, es necesario que se tome conciencia que la democracia necesita mejor política. Que se admita que, a falta de esta última, hay que construirla, y que gran responsabilidad de esto recae sobre los hombros de los partidos políticos.

No obstante, hoy vemos que en el seno del Congreso de la República se conforman nuevas bancadas gracias a una irresponsable sentencia del Tribunal Constitucional. Acción Republicana se suma a las otras diez bancadas. A otras tres constituidas al amparo de la sentencia del Tribunal Constitucional. La Bancada Liberal, la de Cambio 21 y la de Unidos por la República, carentes de toda ideología, pero leales hasta las última consecuencia a sus propios intereses.

Bancadas compuestas por parlamentarios elegidos hace dos años como candidatos de un partido al que hoy han abandonado. Parlamentarios que nunca han hecho, salta a la vista, política en su vida, unos “padres de la patria” que al menor cambio en las circunstancias abandonan, mordiéndole la mano, a quienes los llevaron a ocupar una curul. Transfuguismo y nada más que transfuguismo por parte de quienes se han convertido en “héroes de la democracia”. Algo malo para la política y para la democracia.

Así las cosas, desde esta tribuna queremos dejar en claro que el camino al Bicentenario nos abre una oportunidad para dirigirnos hacia un escenario político diferente. Hacia una nueva oportunidad. Un escenario alternativo al de la antipolítica radicalizada que campea en nuestros días. Ajeno al de la de los líderes emocionales, carentes de programas racionalmente estructurados, que hoy pululan por doquier en los corrillos del poder.

Construir una democracia con mejor política he allí el desafío, he ahí el desafío. Fortalezcamos los partidos políticos. Hagamos que estos se conviertan un mejor filtro a fin de que desde allí surjan los políticos con mística e ideas, con capacidad de participar en un debate alturado. Y, sobre todo, líderes honestos. Algo de lo que requiere para aspirar a un crecimiento económico generador de empleo, para edificar sólidas instituciones e inclusión laboral.

Mucho pues de lo que se necesita para edificar un Estado eficiente, es decir una estructura que permita combatir de verdad la corrupción y la delincuencia, haciendo uso de la fuerza pública basada en la legalidad. Necesitamos de una generación que construya política con ideas y debate, algo que aportaron las generaciones que nos precedieron. El reto que nos plantea el Bicentenario está ahí. Asumámoslo con firmeza y decisión.

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