Javier Alberto Barreda Jara
Lima, Perú, 13 de diciembre de 1966 - ibidem, 3 de junio de 2019
Hay partidas que son más que eso: son amputaciones. La muerte nos quita más que la vida de un ser querido de cuyo afecto dependemos su familia y sus amigos. La muerte nos arranca un poco de nosotros mismos.
Conocí a Javier Barreda Jara cuando egresaba de La Católica, hace tres décadas, con esa capacidad poco frecuente de ser profundo a la vez que juguetón. En roles distintos fuimos parte de Interquorum con la Fundación Ebert y de allí en adelante, hermanados en los ideales y tareas del aprismo, estuvimos juntos por cientos de veces en eventos, cargos, encargos, viajes y tertulias.
Lo imaginé en roles particularmente singulares por su talento y magnetismo. Parte de eso fue, por fortuna, una realidad; pero tenía, debía haber tenido, otras tareas grandes que cumplir.
Sé de tus sufrimientos y desilusiones como también de tus alegrías, Javier querido. Estabas listo para recomenzar tus actividades y teníamos que conversar almorzando juntos estos días, en el mercadito cerca de tu casa. Teníamos que volver a soñar cómo ayudar a que el Partido se recupere y sea lo que debe ser. Sé de la fortaleza de tu compromiso y la irrenunciable lealtad a tus ideales. Ellos, como tú, nunca morirán Javiercito.
Las lágrimas de Martha y los chicos son acompañadas de otras muchas, muchísimas, que brotan incontenibles. Entre ellas también están las mías.