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Miércoles 07 de julio 2021

A las nuevas generaciones apristas

Por: Gustavo Saberbein Chevalier
A las nuevas generaciones apristas
Foto: Difusión

Me hice simpatizante del Partido aprista a los ocho años de edad cuando en un almuerzo en mi casa mi padre me contó que por esas cosas que tiene la vida su carrera de catedrático en la UNMSM fue truncada por una racha política llevada a cabo por el dictator Odria contra catedráticos apristas, a mediados del siglo XX.

Después de que Odría dejara sin trabajo a mi padre él se dedicó a enseñar en el centenario colegio Guadalupe y en el colegio militar Leoncio Prado, además de escribir y publicar libros de psicología, filosofía y ética.

También me hizo saber que fue sindicado como aprista porque realizaba reuniones con colegas suyos en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y que en este cometido político contaba con Alfonso Barrantes Lingan, “frijolito”, quien con el transcurrir del tiempo tuve oportunidad de conocerlo y apreciarlo.

Fue así como aprendí tempranamente que la política era peligrosa en el Perú sobre todo en tiempos de dictadura puesta al servicio de la oligarquía, los gamonales provincianos y los representantes de la inversión extranjera.

Más aún, para los miembros de un partido como el APRA que tiene como propósito transformar el país en beneficio del progreso del Perú con justicia social y libertad, lo cual afecta a grandes intereses económicos nacionales y extranjeros.

Poco tiempo después, cuando mi padre me regaló 2 libros que sintetizaban de manera sencilla y con ejemplos prácticos la teoría de la relatividad de Albert Einstein pude darme cuenta de la extraordinaria importancia que tiene la lectura y mi afición por la ciencia.

Cuando estudiaba en la Universidad Nacional de de Ingeniería (UNI) entre 1962 y 1967 comencé a leer algunos libros de Víctor Raúl Haya de la Torre, entre ellos su teoría sobre el espacio - tiempo histórico.

El haber leído antes sobre la teoría de la relatividad de Einstein que plantea que el espacio y el tiempo son solo una unidad y dependen del observador y de la velocidad con que se mueve, facilitó mi comprensión sobre el libro de Haya de la Torre, teoría que explica, por ejemplo, que si bien para un observador europeo el Imperialismo es la fase final del capitalismo, para un observador peruano el Imperialismo es la primera etapa del capitalismo, tal como por por ejemplo cuando llega bajo la forma de inversión al Perú para extraer recursos minerales.

Fue en la UNI con Javier (Pocho) Tantalean, Cesar Arias, Milton Guerrero y otros apreciados compañeros, que empezó mi militancia bajo el liderazgo de Luis Felipe de las Casas, el extraordinario dirigente aprista que fundó y fue el primer Decano de la Facultad de Ingeniería Económica de la UNI en 1964.

Mis lecturas de las obras de Haya de la Torre continuaron durante mi estadía en Francia, país al que viajé becado por el gobierno francés para hacer estudios de postgrado en economía del desarrollo, inmediatamente después de haberme titulado como ingeniero mecánico y eléctrico en octubre de 1968.

Con base en mis estudios de economía y tomando en cuenta las propuestas de Haya de la Torre llegué a la conclusión durante el transcurso de 1973 en Paris que el Perú necesitaba una gran transformación para superar su condición de país subdesarrollado, una transformación que le permitiese avanzar económica , social y políticamente.

Y todo ello, en el contexto de la construcción de una sociedad con una economía capitalista de mercado mixto, con un Estado antiimperialista y regulador, que desde la perspectiva de un proyecto nacional a largo plazo, contribuya a la diversificación de la economía, el incremento sostenido de la productividad por habitante y el logro de una justa distribución de ingresos.

Ciertamente, un modelo de sociedad alternativo al que empezó a ser impuesto interesadamente por Inglaterra con la llegada de San Martín y Bolivar al Perú a comienzos de los primeros años de 1820.

Ellos y sus seguidores del siglo XIX, XX y XXI promovieron a partir de un virreinato precapitalista la construcción de una sociedad liberal con una economía capitalista abierta al exterior, basada en la propiedad privada, la libre competencia, la inversión privada nacional y extranjera y la organización de un Estado pequeño, con el fin de seguir exportando materias primas y metales preciosos y continuar importando productos manufacturados para el consumo de la población y para cubrir las necesidades propias de la inversión productiva.

Lamentablemente, el objetivo de lograr el desarrollo del Perú con una sociedad liberal como la antes descrita no ha sido alcanzado durante 200 años de vida republicana, tanto en tiempos de dictadura como de democracia.

Seguimos siendo un país subdesarrollado, dominado en el campo político principalmente por una pequeña élite criolla que se siente aristocrática y que ha sido incapaz de concebir el perfil de un proyecto nacional de desarrollo y ponerlo en marcha, élite que se ha caracterizado por ponerse al servicio de la inversión extranjera para la explotación de nuestros recursos naturales así como realizado avances en el campo de los servicios pero hecho poco en cuanto a la industrialización del país se refiere.

Y todo ello, sin mayores exigencias ecológicas ni tributarias a la inversión extranjera, —en minería por ejemplo—, que pudiese beneficiar tanto al Estado como a las comuneros y agricultores cercanos.

En los últimos 30 años, durante 1990-2020, con la imposición fujimorista de una Constitución neoliberal en 1993, escrita por el Fondo Monetario Internacional

(FMI), la economía peruana pudo alcanzar solo durante un tercio de este periodo, es decir solo durante la década 2005-2015, altos porcentajes en el crecimiento del PBI por habitante, junto con la reducción de la pobreza y, en menor medida, de la desigualdad de ingresos.

Pero tal progreso no fue lo suficientemente largo en el tiempo ni tampoco profundo en cuanto a la naturaleza y tamaño de los cambios realizados, —me refiero a los factores que generan la pobreza y la desigualdad— siendo por lo tanto ambos indicadores sociales muy sensibles a la reducción y retroceso del PBI por habitante.

Por eso es que en 1920, con la pandemia del C19 y como resultado del confinamiento social, la pobreza se incrementó hasta alcanzar el 30%de la población —alrededor de diez millones de peruanos—, la población ocupada se redujo en el segundo trimestre de 2020 con respecto a periodo similar de 2019 en 6.7 millones y la desigualdad de ingresos se incrementó sustantívamente.

Una situación económica y social grave que creció con el tiempo desde el 2016, con la crisis política de los últimos cinco años causada principalmente por la política aplicada por Keiko Fujimori en el Congreso como producto de una reacción suya ante su derrota electoral frente a PPK en el 2016.

Una situación grave que se ha hecho crítica con la decisión de Keiko Fujimori de deslegitimar la victoria del candidato presidencial Pedro Castillo luego de su derrota electoral en el 2021.

Más aún, ahora que Keiko Fujimori promueve un golpe de Estado militar con el fin de realizar nuevas elecciones, política insana que ha dividido el país en dos y que lo ha situado al borde de una conflagración civil.

En realidad, desde un punto de vista de largo plazo, el fujimorismo de Alberto Fujimori y Keiko Fujimori, ha sido muy dañino para el Perú en los últimos 30 años.

Sigue gravitando en nuestro país, el quiebre de nuestra democracia en 1992 y la aplicación a partir desde ese entonces de una política de capitalismo salvaje neoliberal impuesta por la fuerza, la misma que que sometió al poder judicial, la fiscalía de la nación y el jurado nacional, además de violar importantes derechos humanos, y destruir valiosos valores de nuestra población.

Aún sufre nuestro país el menoscabo de los partidos políticos, la persecución de algunos de sus más importantes líderes, la extensión y la profundización de la corrupción, así cómo su política de oposición destructiva en el Congreso y su objetivo de deslegitimar la victoria electoral del profesor Pedro Castillo.

Es inexplicable entonces la asociaccion política realizada por la cúpula aprista con el fujimorismo desde el año 2006, pero fundamentalmente y de manera creciente a partir del año 2016 hasta asociarse incluso con la derecha extrema en las elecciones del 2021.

La asociación del partido aprista con Keiko Fujimori y con la derecha extrema de Renovacion Popular es una relación contra natura por parte de un partido de izquierda democrática, tal como lo es el partido aprista peruano.

Esta asociación ha contribuido a destruir al partido aprista, a distanciarnos de los trabajadores manuales e intelectuales, a producir el alejamiento de decenas de miles de apristas consecuentes con el legado de VRHT y a aparecer en los medios de comunicación como un fantasma del pasado en las personas que compusieron la extinta cúpula aprista luego de la muerte de Alan García en abril del año 2017.

Mi reconocimiento a todos los apristas consecuentes con el legado de VRHT, fieles a su línea política de izquierda democrática, los mismos que no se dejaron seducir por el llamado del fujimorismo ni de la extrema derecha del millonario Rafael Lopez Elias.

Mi especial reconocimiento a las nuevas generaciones apristas de las cuales saldrán en el lapso de los próximos años nuestros futuros dirigentes, alcaldes, gobernadores, congresistas y gobernantes, todos ellos alejados del neoliberalismo, modelo de sociedad que hoy es repudiado por los pueblos en prácticamente todos los países capitalistas, por injusto y desigual y que hoy reclaman y votan por un capitalismo con Economía de Bienestar, tal como ha sucedido en los EUA gobernado por el presidente Biden, o en otros países que se han volcado más a la izquierda tal como sucede en Bolivia, Chile y ahora el Perú, por medio de la protesta social o sus votos en las ánforas.

El Perú no está perdido, los perdidos han sido sus gobernantes que no han sabido transformar el país para que progrese con libertad, justicia social y cultura.

Chicago, 4 de Julio de 2021.

 

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