Jueves 18 de abril 2024 | Contáctenos
Sin duda todos tenemos asuntos especiales que decir y recordar de los profesores, especialmente cuando hay una fecha para rendirles homenaje. En lo personal, hay dos etapas que han quedado hondamente ancladas en mi alma. La primera, ubicada en los años iniciales de mi vida escolar, mediante dos experiencias que –no tengo dudas- marcaron mi existencia de diversas maneras: la una, trepado sobre una silla para alcanzar al micrófono, recitando una copla que precedía a un baile de mis compañeros del “kínder”, en el hermoso Teatro Municipal de mi amada Tacna. La otra, la delicada mano de la señorita Carmen posada sobre la mía, enseñándome a tomar adecuadamente un lápiz para trazar las primeras letras.
En el otro extremo de mi formación, el recuerdo me lleva al momento en que, habiendo concluido mis estudios superiores en La Cantuta inolvidable, me hallaba listo para graduarme como Profesor de Humanidades. Este suceso me ha marcado mucho más que la ansiada ceremonia. Era el final del día anterior y nuestro profesor jefe de prácticas nos convocó a su oficina para conversar; éramos cinco los graduandos de su Especialidad. Allí, con gran serenidad nos dijo algo así: “Mañana recibirán ustedes el Título de Profesor, el cartón, pero no por ello van a ser profesores. Yo les digo que cuando dentro de diez años, al salir de sus casas rumbo al colegio, lo hagan con entusiasmo y satisfacción por lo que están haciendo, ese día recién y en verdad se habrán graduado de profesores.”
Gracias queridas profesoras Bertha y Carmencita, gracias doctor Araníbar. Con ustedes aprendí que la ternura y el desafío iban a ser dos compañeros de ruta indispensables.
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