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Viernes 13 de enero 2023

Perú: eclosión social, por qué y cómo enrumbarla

Por: Arturo Ojeda
Perú: eclosión social, por qué y cómo enrumbarla
Foto: Diversos medios

 

El Perú viene soportando una explosión de la protesta de los pueblos que se sienten dominados, explotados y subordinados desde hace 500 años. El volumen de las movilizaciones en la Macro Región Sur del país así lo muestran. Primero fue Apurímac, luego Ayacucho, después Arequipa, le siguió Cusco, y finalmente Puno. El corazón de la peruanidad está herido.

¿Terrucos?

Se pretende atribuir estos hechos a la organización terrorista Sendero Luminoso. Nada más equivocado. Pero propio de la estrategia montesinista de los años 90 del siglo pasado. En la que se “terruqueaba” a todo opositor al sátrapa de Alberto Fujimori. Tanto en esa época, como ahora, la estrategia era parte de un intento de atemorizar al país y neutralizar a la oposición. Pero la mentira tiene patas cortas y todo se derrumbó. Como ahora.

Ninguno de los analistas en temas subversivos del país se ha atrevido a identificar las movilizaciones en contra del gobierno ultraderechista de Dina Boluarte como promovidas y organizadas por el otrora Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso. Conociendo el accionar de este grupo terrorista, las primeras víctimas no habrían sido civiles, sino militares y policías. Recién después de un mes se registra la lamentable muerte de un miembro de la Policía Nacional del Perú, en situaciones que deben ser investigadas y sancionadas severamente. Lo que sí hay es repulsa de un pueblo que una vez más se siente engañado y excluido. La frustración acumulada genera indignación. Y de ésta, surge la violencia. La que toma diversas formas, verbal primero, física después, finalmente colectiva. La de muchedumbres y turbas.

¿Fueron terrucos los egipcios que provocaron la llamada Primavera Árabe iniciada en 2010? ¿Son terrucos los probolsonaristas o los seguidores de Donald Trump en sus tomas de las sedes del Gobierno Federal de sus respectivos países? La ultraderecha se va a quedar callada. Porque no tiene sino que hacerlo. Ejercer el derecho a la protesta no es terrorismo, es indignación. El volumen que tomen esas protestas estarán en relación directa con la capacidad de canalización y amortiguamiento que tengan los estados para mitigarlas. En el Perú, el Estado prácticamente no existe. ¿Quién puede amainar la repulsa popular?

Lo que sí existe es un aparato represivo que solo sabe disparar contra los indefensos. En el Perú, los delincuentes reinan en las calles. ¿Dónde está la policía para detenerlos? Es que los delincuentes tienen armas. Lo que la civilidad no tiene. Muy machitos con los inermes.

El fasciscmo que viene

Todo el montaje que desde los medios de comunicación y sus redes satelitales se despliega es para justificar una política de tierra arrasada, la paz de los cementerios. Como lo hicieron los españoles después de la rebelión de Tupac Amaru II a finales del siglo XVIII.
 
Como sucedió hace 200 años, el cambio viene desde el sur, porque el sur lleva en su cultura la esencia de la peruanidad. Ahí está el núcleo vivo de la resistencia contra la dominación extranjera y la expoliación de nuestros recursos naturales.
 
La articulación de la energía del sur con los bloques antioligárquicos del centro, norte y oriente permitirían construir una auténtica alternativa nacionalista, democrática y popular para las próximas elecciones. Es decir, empresariado nacionalista, bloques populares urbanos (micro empresarios, organizaciones sociales, gremios de trabajadores, etc.), junto con el poderoso movimiento agrarista que está recuperando fuerza al interior del país.
 
Será el Frente Único del Pueblo el que en las urnas liquide a la ultraderecha corrupta y entreguista. Por eso no quieren elecciones inmediatas. Se zurran de miedo. Y están dispuestos a matar, como ya lo dijo públicamente el neofascista alcalde de Lima Rafael López Aliaga.

¿Qué hacer?

Fomentar con firme convicción la estrategia de Frente Único del Pueblo, es decir de las clases explotadas. Ratificarse en la esencia democrática y descentralista de la movilización popular. No caer en el juego violentista de la tiranía de Dina Boluarte.
 
La movilización masiva y pacífica es el mejor instrumento del pueblo. La violencia de cualquier tipo aleja a potenciales simpatizantes de la causa. La superioridad de convicciones, ideales y objetivos se demuestra en la praxis política. Y el pueblo es sabio para evaluar. Mahatma Gandhi lo puso en práctica en la India y la civilidad democrática peruana en los años 80. Es el momento de demostrar cuánto más se puede hacer en esa línea en el Perú, para el Perú dando un digno ejemplo para el mundo.
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