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Miércoles 22 de abril 2009

TCHAIKOVSKY: CONCIERTO PARA VIOLIN Y ORQUESTA EN RE MENOR OP.35

Historia de uno de los más bellos conciertos orquestales para violín y orquesta. Notas biográficas de Piort Ilich Tchaikovsky
Miércoles 22 de abril 2009
TCHAIKOVSKY: CONCIERTO PARA VIOLIN Y ORQUESTA EN RE MENOR OP.35

Después de intento matrimonial desastroso en marzo de 1878, Piort Ilich Tchaikovski viajo a Clarens (Suiza) para reponerse de su fracaso sentimental.  Allí en esa ciudad pudo retomar la idea de componer un concierto para violín y orquesta que hasta entonces no había podido conseguir más que en una explotación mediana de la obra; de estos intentos frustrados de orquestación surgieron en primer lugar (La Serenata Melancólica op.26) de 1875 y después el (Vals Scherzo op.34) de 1877. 

 

Su profunda resolución vino a raíz del gran entusiasmo que le produjo la lectura de la partitura de la gran Sinfonía Española para Violín y Orquesta op.21 del compositor francés Edouard Lalo. La obra fue compuesta en poco más de quince días.  Su primer destinatario fue el célebre violinista Húngaro Leopold Auer quien después de haberla estudiado durante dos días la catalogo imposible de tocar (sin embargo esta misma obra le haría triunfar en todo el mundo años después). 

 

Un compatriota suyo, el gran violinista Adolph Brodsky, admiro la obra sin reservas, Tchaikovski se la dedico con mucho entusiasmo y coordinaron juntos el estreno de la obra que tuvo lugar en la ciudad de Viena en Diciembre de 1881 a cargo del afamado director alemán Hans Richter.  Como solo hubo tiempo para un solo ensayo antes del estreno de la obra no era de extrañarse que hubieran muchas opiniones desfavorables; una de las más virulentas fueron las del crítico musical Eduard Hanslick quien la califico como "música salvaje", "composición de una desconcertante extrañeza", etc.  No obstante hoy en día es uno de los mejores conciertos para violín y orquesta, creado con mucha dificultad y sentimiento a la vez que uno de los más conocidos por el público melómano, en el repertorio clásico romántico.      

 

Construido con el esquema tradicional clásico, este concierto consta de tres movimientos muy bien definidos. El primer movimiento (allegro moderato) ocupa el solo la mitad de toda la obra en su conjunto.  Comienza con una simple introducción de acordes de las cuerdas que conducen al primer tema del violín durante una breve cadencia, el resto del movimiento posee gran musicalidad, fervor y numerosas dificultades técnicas para el solista.  A este tema inicial le sigue un segundo motivo que lleva a una cadencia donde se acumulan las dificultades técnicas: dobles cuerdas, glissandi, saltos bruscos, trinos, trazos vertiginosos.

 

El solista está bien servido la música en menor cantidad. Una re exposición cantante del segundo tema sigue a este pasaje peligroso.  La coda arrebatada hace pensar en un final de ballet teatral.  Un cambio completo de atmosfera se sucede en el segundo movimiento (andante) en menor compas, titulado "canzonetta" que  encierra una bella melodía destinada a dar valor al violín sin privilegiar el virtuosísimo del solista que integra su cantinela, de un perfil ligeramente italianizante a un discurso lirico, triste, sin excesivas expansiones. De aquí se pasa sin transición alguna a un tercer movimiento  (allegro vivacísimo) cuyo tema principal es una danza cosaca desarrollada en 92 compases.  La conclusión de la obra es simplemente brillante en su enorme orquestación.          

 

El conocimiento de la orquestación no era nada nuevo en la experiencia del compositor ruso, que había estudiado todas las corrientes musicales en boga, aquel tiempo, en el Conservatorio de San Petersburgo. Muchos aseguraban que había nacido enteramente para tratar a la orquesta como un padre amoroso trata a su hijo: con gran autoridad pero a la vez con suma ternura  sobre todo en los momentos en que hacía uso de aquella sensibilidad que se notaba haber heredado de la propia inspiración.  Hipersensible,  introvertido, complejo y atormentado,  Tchaikovski  está  considerado hoy en día como el más grande compositor ruso de todo el siglo XIX,  título que se le dio por primera vez en boca de uno los más grandes compositores del siglo XX: Igor Stravinski.                

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