Lo reconocen, es el Super Agente 86
Maxwell Smart le pidió al jefe que usaran el cono del silencio. El jefe apretó los labios, torció los ojos y cruzó los brazos sobre el escritorio. ¿Era realmente necesario, Max? El 86 creía que sí y recitó al pie de la letra y de memoria el artículo correspondiente del Manual de Seguridad de Control. Bueno, bueno, el jefe se resignó. Deslizó la mano por debajo del escritorio y presionó el botón.
El aparato empezó a bajar del techo con un ronroneo mecánico aburrido. Maxwell miraba a la 99 y al cono alternadamente con cara de estúpido, ¿sería esa su cara de todos los días o sólo la usaba para la serie? En eso sonó el teléfono y Carlos se levantó a contestar al instante, sin dejar que sonara dos veces seguidas. Sí, ya estaba listo.
La mano derecha se movió rápidamente, cubrió su boca y el micrófono. Me miró por sobre su hombro, se llevó el índice a los labios ¿acaso yo iba a hablar? Al otro lado de la línea le escuchaban atentamente: En quince minutos, donde siempre. Ese dato valía oro, pero yo no tenía posibilidad de contárselo a quién debería saberlo. Colgó y me sonrió con complicidad ¿yo qué tenía que ver con sus escapadas? Mientras tanto, el jefe ya había perdido la paciencia.
Max, todavía con cara de estúpido, examinaba el interior del cono del silencio. Carlos vio su reloj, miró a Max mover los labios, al jefe gritar sin palabras, a la 99 observarlos mordiéndose el labio inferior y soltó una risita seca y sorda que bien pudiera haber sido un suspiro interrumpido. Se sacó el anillo y lo guardó en el bolsillo. Apagó el televisor, puso el control remoto sobre el mueble, muy alto para mí. Lo vi sacar la llave del auto, lanzarla al aire y cogerla cerrando el puño.
Examinó sus dientes brillantes en el espejo de la sala. ¡Ya me voy!, anunció hacia el pasillo deslizándose la mano por el cabello. Entonces detuvo su fuga frente a mí, se dobló hasta nivelar sus ojos con los míos y me revolvió el pelo de la cabeza, me acomodó el moño ridículo de bolitas rosadas, me tocó la nariz con el índice. Se incorporó y salió silbando.
Sentí sueño. Me estiré. Bostecé. Los ojos me lagrimeaban ligeramente y pestañeé tratando de sacarme las legañas. Bostecé otra vez. Me pasé la lengua por el hocico. Me rasqué la oreja con la pata trasera mirando la pantalla apagada y el control remoto lejos de mi alcance ¿En qué terminaría el capítulo del Súper Agente 86?