En 1996, el Arzobispo de Milwaukee le escribió dos cartas para denunciar la situación. Luego de ochos meses, la respuesta llegó de su segundo, Tarcisio Bertone, que sugirió –por orden de su jefe, claro- comenzar un juicio canónico secreto que podría eventualmente retirar a Murphy de sus funciones.
Según documentos acercados al diario por dos abogados que representan a cinco hombres que denunciaron a la Arquidiócesis de Milwaukee, el propio Bertone dio marcha atrás semanas después, acatando, claro, otra orden de su jefe.
El futuro Benedicto había comprendido las explicaciones del cura pedófilo luego de recibir una simple carta suya. “No debo ser sometido a juicio porque ya me he arrepentido, además mi salud es débil y el caso sobrepasa los estatutos propios de la Iglesia. Simplemente quiero vivir lo que me queda en la dignidad de mi sacerdocio”, le escribió Murphy. Eso le bastó a Ratzinger para negar las denuncias y encubrir los abusos.
Así, Murphy no sólo no fue amonestado –ni siquiera molestado- por las autoridades de la Iglesia, sino que se convirtió en intocable para la policía y nunca fue denunciado ante la justicia norteamericana.
Fue trasladado en 1974 a una parroquia del norte de Wisconsin, donde siguió trabajando con niños en parroquias, escuelas y centros de detenciones juveniles hasta que murió en 1998, en su cargo.
En defensa del Papa
Este jueves, el Vaticano salió en defensa del Papa, alegando que Ratzinger no tuvo conocimiento de los hechos hasta muy tarde, “cuando el cura era viejo y estaba enfermo”.
Su portavoz, el padre Federico Lombardi, recalcó que se recurrió a la Congregación "por primera vez a finales de los años 90. Como el padre Murphy era viejo, tenía mala salud, vivía recluido y no había habido ninguna información sobre eventuales abusos durante los últimos veinte años, se sugirió al arzobispo de Milwaukee que restringiera las actividades religiosas del padre Murphy y le pidiera que aceptara la plena responsabilidad por la gravedad de sus actos".Fuente: RFI