Felipe Melo llevó de la mano a Brasil a la eliminación en Sudáfrica 2010

No se trata hoy de desatar una cacería de brujas tras la derrota del seleccionado brasileño. Para nada. Es importante recobrar la calma para analizar en frio la performance brasileña en este mundial Sudáfrica 2010 y tomar luego las decisiones que resulten pertinentes. No hay que olvidar que Brasil será nada más y menos que la sede del próximo campeonato mundial de futbol dentro tan solo de 4 años.No se trata de eso... Sin embargo, una cosa son los lineamientos en la base de una preparación, al igual que las estrategias, entre otros aspectos, y otra es una performance individual que desestabilizó al grupo y abrió el camino a la eliminación de su escuadra. Un combinado que no se reduce a ser solo un conjunto de buenos jugadores, sino que es sobre todo un grupo humano que vehicula toda una historia y encarna la esperanza deportiva de su país. Porque lo que hizo hoy el defensor Felipe Melo no tiene nombre. No solo fue autor del autogol que le costó a los 8 minutos de la segunda mitad el empate a los cariocas, sino también el hombre que, haciéndose torpemente expulsar a los 73, dejó en el campo de juego a un equipo física y psicológicamente disminuido. Y por ende diezmado. ¡Felipe Melo no podía, nadie puede, permitirse eso!Ahora se recuerda que este temperamental jugador ya tenía la costumbre de hacer esto. Que repartía patadas, tacles, manotazos, quién sabe qué más, por donde la vida lo llevaba a jugar. Todo un viejo conocido por sus malas artes. Mala suerte para la selección de Brasil hoy, pues su número 5 dejó escapar el diablo que lleva dentro y contribuyó con lo suyo, muy a su manera, en la eliminación de su combinado. Dunga, de quien sabemos que ha anunciado que no piensa renovar su contrato tras el fracaso de Sudáfrica 2010, debió tener más ojo, no necesariamente antes del partido, sino en el curso del encuentro, y retirar a este Felipe Melo que después de su autogol parecía que iba perdido como nadie en el campo de juego. Sin duda este fue su primer y gran error, uno que con la cabeza fría sin duda nadie luego, pero nadie, dirá que no fue. JOSE PEÑA