Una cereza encima de la torta resulta la comprobación del instituto Gallup que, a través de una encuesta, ubica a los peruanos en el último lugar – el puesto 63 – entre las personas contentas de Sudamérica respecto a sus naciones. A nivel Latinoamericano, sólo superamos a Cuba la cual ocupa el puesto 67 entre 155 países donde se efectuó el sondeo. La consulta, realizada entre el 2005 y el 2009, se ha difundido como que la gran mayoría de los compatriotas no es feliz. Por la naturaleza de las preguntas, se considera que las respuestas no necesariamente se refieren al bienestar económico sino al estado anímico general de la población en cuanto a lo social y o psicológico. Por esto mismo, nada nos sorprende en tan certeras estadísticas. Las ancestrales peculiaridades negativas del peruano en cada una de las regiones están retratadas en los cantos populares. Lo andino tiene rasgos explícitos de lamento y frustración. “Dicen que soy triste / qué quieres que haga”, reza la canción “Cholo soy” convertida en leyenda por Luis Abanto Morales y sometida a un caldo de fusión por Jaime Cuadra, con premio internacional incluido. Las variables costeñas no se exoneran del enunciado. Los “tristes” con fuga de tondero (“Malabrigo”) o los lacerantes yaravíes arequipeños (“si atendieras a los ruegos…”) dan cuenta de una tradición doliente. Hasta el valse limeño común, el que no enrumba al género de la jarana, canta a la mujer traidora, el expósito, el tísico, el alcohólico. Se clona con las expresiones musicales de otros países latinoamericanos como el pasillo ecuatoriano, el corrido mexicano y el tango o la milonga argentina, donde la injuria de la infidelidad, la insatisfacción, las sombras y la tendencia suicida prevalecen sin concesiones. Aún así el país del Plata – con sus vicisitudes, corralitos, los Kishner y otras desgracias – registra un 44 % de pobladores felices En lo político la traducción de tal estado de ánimo es inexorable. No hay gobierno, bancada parlamentaria, presidente regional o alcalde que – pese a sus altibajos de popularidad – genere sonrisas completas. La mayoría de medios de comunicación sólo reservan al ámbito de la farándula y el espectáculo el recodo de la felicidad (porque le proveen ingentes recursos económicos), pero atacan sin piedad a los exponentes de la política. Su caricatura de villanía, ambición e inescrupulosidad contribuye notablemente a la depresión colectiva. ¿Qué le hacemos? Rajones, rabiosos, tensos y muchas veces agresivos, hay quienes todavía levantamos un modesto dedo de alegría y optimismo.