Se dejó de hablar del 'caso Bettencourt', pero las medidas contra gitanos y extranjeros no logran que el presidente francés despegue en las encuestas. Si su discurso en materia de seguridad antes de irse de vacaciones fue una estrategia, como se apunta, no ha funcionado. El miércoles inaugura el curso político con una bomba mediática entre las manos que él mismo activó.
Una semana antes de que Nicolas Sarkozy se dispusiera a iniciar sus vacaciones veraniegas junto a su esposa Carla Bruni, un molesto tintineo mediático se empeñaba en relacionar a su Gobierno con una siniestra trama de dinero negro y donaciones de una rica millonaria francesa. Esto le impedía salir a tumbarse plácidamente bajo el sol radiante de la Costa Azul y le hundía la cabeza en el fango de las encuestas y el presidente francés anhelaba deshacerse de ese incómodo affaire.
Casi un mes después, en vísperas de reanudar el curso político, ya nadie en Francia habla del caso Bettencourt y sí de las deportaciones de gitanos o del discurso en el que vinculó inmigración y delincuencia, pero no queda claro que la popularidad del presidente sea mejor ahora que cuando se marchó. Quizá el único cambio es que está más bronceado. El 28 de julio Sarkozy reunió en el Palacio del Elíseo a la plana mayor de su Gobierno. Minutos después, el ministro del Interior, Brice Hortefeux, anunciaba el desmantelamiento inmediato de 150 poblados gitanos y la deportación de 700 romanís de origen búlgaro y rumano. Antes de hacer la maleta, dos días después de ese anuncio, a Sarkozy le dio tiempo a vincular inmigración y delincuencia en un duro discurso pronunciado en Grenoble, donde los altercados protagonizados por un grupo de gitanos unas semanas antes le dieron la coartada para poner este tema en la agenda y anunciar de paso una próxima ley para retirar a algunos delincuentes la nacionalidad francesa. Sarkozy colocó la bomba mediática, activó el reloj de la misma y, antes de su detonación, se marchó de vacaciones con los tapones puestos en los oídos. Esperaba, quizás, que su nivel más bajo de popularidad desde que ganó las elecciones en 2007, situado en el 32% desde que se conoció el escándalo de la fortuna L'Oreal, remontase al calor de la insolación veraniega...
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