Tacha, no tacho Por: César Campos R. Debemos adherir a los comentarios de quienes ven con sorpresa los gruesos errores cometidos por Alex Kouri durante su breve campaña municipal en Lima, antes de toparse con la tacha definitiva resuelta por el Jurado Nacional de Elecciones. Sorpresa porque se presumía la habilidad y casi infalibilidad de Kouri para sortear escollos y garantizarse una interesante votación en la plaza capitalina. No fue así. Desde un inicio el ex presidente regional del Callao dio malas señales de su training electoral. La indefinición del espacio político – que lo trasladó de las fauces del alcalde de Los Olivos a los brazos de Cambio Radical – la relativización de viejas imputaciones (encuentros con Montesinos) y las nuevas (el peaje de Convial) hasta el descuido en el registro domiciliario, lo hacían vulnerable por todos los ángulos. ¿Improvisación, falta de reflejos, desorden premeditado, carencia de un buen equipo de campaña? Lo cierto es que Kouri nunca pareció tener ganas de hacer las cosas bien, poner en valor sus inobjetables éxitos en la administración local y regional del primer puerto del país, develar la cortina de aparente independencia del concierto mediático que lo declaró enemigo y socavó día tras día sus posibilidades. Desde esta perspectiva, Kouri ha cosechado lo que sembró y ha vuelto irrecuperable lo que dejó pasar. Sin embargo cabe preguntarse: ¿Estamos ante un líder político que ya está muerto y no andaba de parranda? ¿Hay una prematura jubilación de quien parecía trabajar seriamente su futuro en los pasadizos del Estado? Claro que no. Y al respecto ya corren apuestas sobre lo que hará Kouri luego del traspiés. Fernán Altuve lo quiere en una hipotética “Junta de Gobierno Municipal” de Lima, el fujimorismo también lo podría tentar para que integre la fórmula presidencial con Keiko, podría reservarse una función ejecutiva en este también hipotético gobierno, etc. En mis pininos periodístico-televisivo tuve el atrevimiento de espetarle a mi maestro universitario Felipe Osterling, senador del PPC, que la derrota de Luis Bedoya Reyes en las elecciones municipales de 1986 decretaba los funerales cívicos de su partido. Enojado, con su voz estentórea, Osterling respondió: “¡Se equivoca señor Campos. No hay muertos en política!” Por supuesto que me equivoqué. Muertos civiles en la historia del Perú – como Augusto B. Leguía, Fernando Belaunde o Alan García – retornaron a la primera magistratura. Y aunque Bedoya Reyes puso fin a una presencia protagónica en las lides políticas nacionales, su partido se mantuvo como fiel de la balanza democrática y ha tentado en los últimos años las altas esferas del poder a través de su lideresa Lourdes Flores. Apliquemos el mismo criterio a Kouri, candidato tachado pero todavía algo lejos del tacho donde moran inertes los cadáveres públicos de fétido olor.