Recuerdo todavía las caras de intriga y hasta de burla de un buen número de amigos que nos reunimos cada semana alrededor de una buena mesa, cuando a fines del año pasado sustenté a voz en cuello las enormes fortalezas comunicadoras de Jaime Bayly y su influencia en el quehacer político nacional. Varios de estos amigos – personas y personajes muy honorables, tributarios de distintos oficios e ideologías – llegaron a fruncir el ceño cuando anticipé la buena fortuna de Bayly en las encuestas si decidía su lanzamiento a la presidencia de la República. Tres argumentos me acompañaron en esa sustentación. El conocido espaldarazo del Francotirador al correcto Antonio Meier para que acceda a la alcaldía de San Isidro, la puesta en valor del decaído y folklorísimo artista Tongo (hoy disputado por dos empresas telefónicas para sus spots publicitarios) y la demolición de Laura Bozzo impidiendo que ésta firme un ventajoso contrato con una televisora peruana. Bozzo rumia hoy su desconsuelo en México D.F. Bueno para levantar y bueno para demoler. Alguien capaz de lograr estos objetivos – como dice Aldo Mariátegui – es digno de respeto y cabe quitarse el sombrero. Demuestra su imperio mediático o capacidad de construcción de escenarios inéditos en el país, desde los medios de comunicación. Sin embargo, debe recordarse que Bayly inauguró esta aventura de conquista de la opinión pública desde un fracaso, como fue pretender evitar que Alejandro Toledo llegue a la presidencia de la república debido a su negativa a reconocer a su hija Zaraí y su famosa dipsomanía. Toledo ganó las elecciones del 2001 pese a la intensa campaña contraria de Bayly. Pero esto apenas habla de sus pininos en un programa televisivo que encarnaba confrontación, imputaciones, plantear dudas. Hoy sus características son la denuncia sembrada, el encono sistemático (ahora contra Lourdes Florres), la agresión grandilocuente y el favoritismo abierto de la izquierda, Su trascendencia no descansa en el raiting sino en el efecto multiplicador de sus mensajes. No hay encuentro social donde alguien eluda hablar de Jaime Bayly y los contenidos su espacio de televisión aunque no todos lo hayan visto. Por supuesto, da la impresión que Bayly guarda bajo la manga la carta de Gonzalo Alegría, el candidato edil de Acción Popular, en caso Villarán lo decepcione por alguna sorpresa informativa de última hora. Hay antecedentes conocidos para admitir este cuadro y no es descartable que Bayly termine girando la vista hacia el centro. Claro, hay centros y centros que el mismo periodista debería analizar con detenimiento.