Garzones
El icono de Ernesto de la Jara, Pancho Soberón, Ronald Gamarra, Diego García Sayán y demás profesionales de los derechos humanos es el juez sevillano Baltasar Garzón.
Este personaje fue reclutado por Felipe Gonzalez en 1993 y elegido diputado por Madrid.
Se sintió incomodo siendo una figura secundaria en el Partido Socialista Obrero Español. Retornó a la magistratura y denunció a Gonzalez de haber organizado los Grupos Antiterroristas de Liberación, GAL, que violaron los derechos humanos de los terroristas vascos. Gonzalez se defendió y fue declarado inocente.
En octubre de 1998, Augusto Pinochet estaba en Londres en viaje privado. Garzón se entero y ordenó detenerlo. El general chileno permaneció arrestado hasta marzo del 2000, fecha en que el gobierno británico lo liberó por razones de su quebrantada salud.
Gracias a este hecho anecdótico, Garzón concito la atención mundial y empezó a recibir cuantiosos ingresos por sus conferencias internacionales.
En mayo de este año, Garzón fue suspendido en sus funciones de juez de la Audiencia Nacional acusado de prevaricato por investigar los crímenes de la represión franquista.
El problema de Garzón es su complejo de Adán.
No se da cuenta que la estabilidad política, la democracia moderna y el progreso económico que hoy goza España y que le ha permitido hacerse una carrera de juez, está basada en acuerdos previos.
El Pacto de la Moncloa de 1977 y la Constitución aprobada en referéndum de diciembre de 1978 aceptaron el régimen monárquico republicano y el rechazo a los revanchismos producto de la guerra civil que desangró a la patria de Franco y García Lorca.
30 años después de estos históricos consensos que suscribieron las fuerzas políticas vigentes, un pequeño grupo de personas financiadas por Organismos No Gubernamentales se atreven a jaquear al Estado de derecho.
La irresponsabilidad de Garzón es mayúscula. Mañana Osama Bin Laden encontrará un juez que encarcele a George Bush y los narcosenderistas conseguirán un magistrado que meta a la cárcel a Alejandro Toledo.
El primer derecho humano que estamos obligados a defender es el derecho a convivir en paz. Garzo y sus seguidores buscan la venganza que es el mejor combustible para generar la violencia.