Ecuador vive horas inciertas con el levantamiento de los policías y militares que tenían sitiado al presidente Rafael Correa en un hospital policial. El mandatario cometió el error de decretar que se les bajen los sueldos, lo que me parece una insensatez y una injusticia, pues estos servidores públicos tienen sueldos bajos, pero eso no puede ser pretexto para intentar darle un golpe y aún agredirlo con bombas lacrimógenas.
La buena noticia es que todos los países de la región le dieron su decidido respaldo a ese gobierno, pues fue elegido democráticamente. Sin embargo, debemos aclarar que esta crisis la provocó el mismo Correa, quien actúa, en algunos casos, igual que el nefasto Hugo Chávez y su “calichín” Evo Morales. Es decir, en sus ansias de acumular todo el poder que puedan, para gobernar como les dé la gana y sin ningún control, atentan contra la prensa independiente. Ese es el síntoma inequívoco de los gobiernos antidemocráticos que padecen el cáncer de la corrupción.
Lo hace de manera descarada “Hugorila”, quien encarcela a periodistas y cierra los canales de televisión, radios y periódicos que osan criticarlo y denunciar actos de corrupción. En Ecuador, Correa también tiene la costumbre de atentar contra la prensa que lo critica. Hace poco inició una millonaria demanda a un blog, con el objetivo de asustar a todos sus críticos.
A los periodistas que no se alinean los llama “buitres, ignorantes” y con otros duros adjetivos, y hasta usó spots televisivos (financiados con millones de dólares del pueblo) que se pasaron en horario estelar durante los partidos del último mundial de fútbol, con el fin de desacreditarlos y poder impulsar algunas “leyes mordaza”, como en julio último, que no tenía ni pies ni cabeza, para impedir que la prensa siga haciendo denuncias. En el Perú tenemos la nefasta experiencia de Fujimori, quien con la ayuda de Vladimiro Montesinos compró a gran parte del periodismo para instalar su dictadura mafiosa.
Sin prensa libre, se llevaban el dinero a cuentas secretas del extranjero. Por eso, que nadie se confunda, Rafael Correa cosecha hoy las tempestades de los vientos que ayer sembró, pues fue él mismo quien atentó contra la democracia. Ojalá Correa supere este momento, entienda que el apoyo del continente no es a su gestión personal, de por sí detestable, sino a su investidura de presidente electo democráticamente, y enderece el timón hacia un gobierno justo”.