Tú, Lourdes Flores Nano

Tú, LourdesEscribe: Dante Ramos de Rosas

Yo, Lourdes Flores candidata de Unidad Nacional a la Alcaldía de la capital del Perú me confieso ante ti pueblo de Lima por haber pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión, ya que no he transmitido con propiedad ideológica y puntualidad principista las ideas que guían al ideario social cristiano.

No me he atrevido a decirle a la gente, al votante medio, que el PPC postula el Bien Común, entre otros predicamentos guías, y que este mensaje puede ser comprendido por todos los sectores sociales. Ya que este encuentra su razón de ser en el día a día del poblador de San Juan de Lurigancho o de Ate cuando realiza sus tareas levantado muros de contención, escaleras en los cerros, techando sus casas los domingos ayudado por sus vecinos siguiendo la lógica de la Minka como migrantes ayacuchanos o cuzqueños que son. O saliendo a rondar al estilo de la sierra norte por las calles para que sus hijos estén y anden seguros.

He pecado de palabra al dejar que mis ronquidos o pesares se respiren en tecnologías como los celulares y quién sabe mails, olvidando que todo está succionado por BTR y adláteres. Y a pesar que desde siempre supe que la política se hace a la través de la praxis, tete a tete, y no por aparatos ni escuchas, lo olvide. He pecado por obra también al hacer cosas sin agenda propia, sin conciencia y solo dejándome guiar por asesores sin una vida social cristiana como es Carlos Chipoco y quién sabe otros más que desconozco. Predicadores de lo que no practican.

Pero lo más grave: He pecado por omisión al no darme cuenta que en todo análisis de coyuntura o estratégico se debe ver al tercer interesado, aunque no sea una cosa fácil de hacer. Pues quien haya leído El Arte de la Guerra sabe claramente que desde el principio ese tercero se convierte en el ser más escabroso, en el más inescrupuloso. Ya que este es quien se oculta bajo siete pieles de cordero, siendo indefinible como la babushka soviética. Uno retira la tercera piel y siguen apareciendo más destajos.

Por todo eso no merezco la absolución. Y debo alistarme para mi próximo paso: Allendizarme y tentar en una cuarta oportunidad ser preferida por el soberano que es el pueblo, pero esta vez al puesto público más importante: Presidir el Perú. Pero sin pecados de palabra, obra u omisiones. ¿Podré?