El mítico líder de la izquierda independentista vasca, Arnaldo Otegi, certifica públicamente el divorcio entre ésta y el grupo separatista armado: “Las armas deben desaparecer definitivamente de la ecuación política vasca”. El presidente Zapatero le responde: “Una cosa son las palabras, otras los hechos”.
Un brazo armado para matar, un brazo político para dotarse de apoyo social. En sus más de 50 años de historia, ésos han sido los dos polos estratégicos que han vertebrado con infinita frialdad el objetivo de la banda armada ETA de alcanzar la independencia del País Vasco de la soberanía de España. Ya no parece que sea así: desde ayer, el polo armado de la llamada izquierda abertzale es un iceberg que navega sólo y a la deriva en su apuesta por la violencia.
La ruptura entre ambas facciones, aún más programática que explícita, la puso de manifiesto públicamente el histórico líder de la ilegalizada organización política Batasuna, Arnaldo Otegi. Desde la cárcel –lleva allí desde 2009 por sus vinculaciones con ETA-, realizó al diario El País lo más parecido a una condena del terrorismo –aunque no empleó esa palabra- que se le ha oído nunca a su mundo: “No contemplamos compatible con la estrategia independentista el recurso a la violencia armada”. Y aún más, aseguró que si ETA matasé mañana, la izquierda abertzale se opondría. En el mundo de ETA y su entorno, los mensajes siempre son crípticos, prestos a que se lean entrelíneas y digan lo uno y su contrario a la vez. Por ello, la claridad de Otegi en esta ocasión da la sensación de que se está ante un momento clave dentro del proceso terminal de ETA. En la entrevista, Otegi rechaza la violencia como instrumento de presión política, pide a la banda un alto el fuego “verificable”, rechaza la extorsión a los empresarios vascos, se desmarca de la kale borroka (los comandos de disturbios callejeros de los jóvenes próximos a ETA) y apuesta por un camino “irreversible” para el País Vasco: “La paz y la democracia”...
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