"Retirar las minas es difícil, ya que no poseemos mapas de las zonas minadas", declaró el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, en una conferencia sobre el tema organizada en Bagdad.
"Es por ello que necesitamos la ayuda de los países donantes y la experiencia de la comunidad internacional", dijo ante representantes de la ONU, de Estados Unidos, de la Unión Europea, de Japón y de otros países que financiaron la reconstrucción de Irak después de la invasión dirigida por Estados Unidos en 2003.
"Irak ve derramarse la sangre de sus hijos", exclamó, aludiendo a las 8.000 víctimas, un cuarto de ellas niños, de las minas y bombas de fragmentación que datan de la guerra Irán-Irak (1980-1988), de la desatada tras la invasión de Kuwait (1990-1991) y de la ocupación de Irak 2003 que llevó a la caída del régimen de Sadam Husein.
Daniel Augstburger, de la Misión de Asistencia de la ONU en Irak (UNAMI), recalcó que éste es "uno de los países más afectados del mundo por las minas y las municiones no estalladas". "Más de 20 millones de minas antipersonales y de bombas de fragmentación siguen estando aquí", agregó.
Cerca de 1,6 millón de iraquíes viven en zonas peligrosas a raíz de las minas. Esas zonas, situadas en 13 de las 18 provincias del país, abarcan 1.730 km2, el 90% de los cuales son tierras agrícolas.
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