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Jueves 28 de octubre 2010

Cómo será la política argentina tras la muerte de Néstor Kirchner

Cristina Fernández gobernará por primera vez en soledad. Su marido hubiera sido el candidato oficialista en 2011 y ejercía un control férreo sobre su sector del peronismo, que ahora deberá luchar por una sucesión que no está garantizada.
Jueves 28 de octubre 2010
Cómo será la política argentina tras la muerte de Néstor Kirchner

Si en algo se distinguió la gestión de Kirchner fue en el estilo personalista y en el secretismo de las decisiones políticas. Ninguna decisión trascendental desde 2003 se tomó sin su aprobación. Poco amigo de escuchar opiniones y consejos ajenos, tampoco promovió el diálogo interpartidario. Signó con la inicial de su apellido al ciclo histórico inaugurado en su asunción: la "era K". El oficialismo, pero también la oposición, se organizaron en torno suyo.

Su figura dividió al peronismo entre kirchneristas y antikirchneristas. Fue el jefe único y excluyente de la fracción gobernante. Sus adversarios lo acusaron de valerse de los recursos del Estado como medio de presión, para asegurarse la lealtad de gobernadores, intendentes y sindicalistas. Cierto o no, era el único garante de que esos sectores se mantuvieran adictos al gobierno, incluso cuando formulaban críticas por lo bajo.

Por eso su muerte hace factible la dispersión. Kirchner era el encargado de la articulación partidaria y de la acumulación de fuerzas, y su esposa nunca tuvo ni tendrá esa ascendencia sobre los dirigentes tradicionales ni los gremios. Las alianzas frágiles y los apoyos circunstanciales quedarán en evidencia. Los realineamientos estarán a la orden del día y las cuotas de poder volverán a repartirse.

En el análisis inmediato, muchos expertos argentinos señalan a Daniel Scioli (foto), gobernador de la Provincia de Buenos Aires, como el más beneficiado. Scioli, una figura que proviene de la actividad empresarial y deportiva, fue introducido a la politica en los años noventa por el ex presidente Carlos Menem, blanco preferido de las críticas del kirchnerismo. Eso lo convierte en un heredero algo incómodo para esa corriente que se quiere progresista y alejada de las tendencias neoliberales del anterior presidente peronista.

Scioli fue el vicepresidente de Kirchner durante su mandato, entre 2003 y 2007. Su provincia es el mayor distrito electoral del país y el bastión histórico del peronismo más tradicional. Aunque por ahora se mantuvo siempre fiel al Gobierno nacional, se sabe de sus diferencias personales con los Kirchner. Su alianza responde más a la necesidad mutua y al pragmatismo que a una afinidad política. Nunca perdió el diálogo con la fracción disidente del peronismo ni con Eduardo Duhalde, ex presidente y dirigente de peso.

El gobernador de Buenos Aires está bien posicionado en las encuestas y se ilusiona con una candidatura presidencial en 2011, pero la propia Fernández anhela la reelección. Entre ellos se definirá el candidato del oficialismo; las elecciones primarias del peronismo serán decisivas en ese punto. A esta altura, sin embargo, nadie descarta que Scioli retire su apoyo al Gobierno y lleve su caudal político a otro molino.

Otra figura clave en el nuevo mapa es Hugo Moyano, secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT). Una frase habitual en los círculos políticos de la Argentina, "sin Moyano no se puede gobernar", ilustra la enorme capacidad de presión del sindicalista. Desde 2003 se encolumnó con el kirchnerismo y ya prometió a la presidente su respaldo en 2011.

La muerte de Kirchner, no obstante, agitará el avispero al interior de la CGT. Moyano construyó su liderazgo en la central obrera apuntalado por el ex presidente, que ya no está. Su cercanía con el Gobierno dependerá en buena medida de las exigencias que le impongan los gremios agrupados. También de las aspiraciones personales de Moyano, que sueña con "un obrero en la casa de gobierno" a pesar de su impopularidad.

Si el apoyo de la CGT es trascendente para el Gobierno, el Partido Justicialista es su sostén fundamental. Referentes progresistas le achacaron a Kirchner que el oficialismo se volcó en su última etapa sobre los sectores más tradicionales del peronismo y relegó a otras corrientes políticas. Desde entonces, el Gobierno depende del favor de gobernadores e intendentes de dudosa fidelidad.

En el interior del país, y sobre todo en la Provincia de Buenos Aires, esos dirigentes de larga y -en muchos casos- turbia trayectoria son un factor decisivo en la acumulación de votos. Las prácticas clientelares y los liderazgos caudillescos forman parte de su manera de hacer política, así como el oportunismo y la facilidad para realinearse. La muerte del líder no pasará sin consecuencias para ellos.

El deceso de Kirchner repercutirá incluso en la oposición no peronista, que hizo del antikirchnerismo su principio de militancia. El argumento de que el ex presidente impedía la concordia y el consenso entre sectores quedará caduco; los opositores tendrán que imaginar nuevos argumentos para rebatir los de la presidente. "Para la oposición, mejor contra Kirchner que sin Kirchner", sintetizó el analista y escritor Jorge Asís.

Néstor Kirchner estuvo siete años en el centro del ring. Se obsesionó con golpear a sus adversarios con decisiones inesperadas, para dejarlos sin reacción. Esta vez, los descolocó con el factor sorpresa de la muerte.

 

Fuente: infobae

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