Néstor Kirchner, ex presidente argentino, su muerte suscita más que una reflexión en torno a la salud de los políticos
Malsanos
Los políticos están obligados a gozar de buena salud. De sus decisiones depende el destino de millones de personas. Llevan una agenda de múltiples compromisos y reuniones donde debe asistir puntualmente y con la mejor sonrisa.
En campañas electorales los expertos en marketing político resaltan la juventud de sus prospectos, ocultan los achaques y les aterroriza que la prensa se entere que alguna enfermedad seria afecta al postulante.
Luis Castañeda Lisio padece de poliomielitis a la pierna izquierda y necesita urgente una operación que lo mantendría en cama varios meses.
Alberto Fujimori padece de cáncer a la garganta hace varios años y se está tratando con retrovirales.
Valentín Paniagua y Alberto Andrade, miembros de una fórmula presidencial en las últimas elecciones generales, postularon a sabiendas que estaban enfermos de gravedad y tenían sus días contados.
Jaime Salinas López Torres, flamante concejal metropolitano de Lima es portador de VIH. Esta controlando su mal en base al consumo de Ritonavir.
Estos casos nos provocan la siguiente reflexión. ¿Es derecho de la ciudadanía estar informada sobre la salud de quienes postulan a cargos públicos de primera magnitud?
Si es así, debería ser requisito para postular a presidente de la república, congresista, presidente regional, alcalde provincial, publicar en los diarios los resultados de un examen clínico general.
Si con ese conocimiento previo, el pueblo elige a una autoridad enferma y esta se muere o incapacita en pleno mandato ya es responsabilidad de sus electores.