
Cristian Villavicencio - Medico adjunto de la unidad de paliativos del ICO, Institut Català d’Oncología del hospital Duran i Reinals en L’Hospitalet de Llobregat
“SIEMPRE HAYQUE APROVECHAR EL TIEMPO QUE NOS QUEDA” “Uno cada día”. Cristian Villavicencio, médico que cuida de los enfermos de cáncer en su último estadio, suele ver un muerto casi a diario. “Intento no sufrir por ellos. Mi experiencia con estos pacientes me ha enseñado a aprovechar el tiempo. He conocido a personas que han trabajado tanto en su vida… ¿para qué? Yo no quiero esperar a mi jubilación para ser feliz. Quiero disfrutar de mi familia. Después de asistir a un muerto, valoro más la vida y pienso disfrutar del tiempo que meda”, cuenta Villavicencio es geriatra de formación, pero hoy su tarea en el hospital es ingrata: Acompañar a los enfermos hacia el paso definitivo. “En todo proceso de la vida tenemos a un médico. De pequeños, empezamos con el pediatra, luego el internista, etcétera. A mí me gustan los pacientes de edad avanzada”.“Me encargo de dar a estas personas esperanza. No esperanza de vivir, sino que trato de reorientar sus expectativas. Yo nunca hablo de calidad de vida, sino de ofrecer cierto bienestar, estar sin dolor, junto a su familia. Simplemente les ayudo a vivir el tiempo que les toca”, explica. “Las reacciones son diferentes. Los más jóvenes piensan: ‘Podría haber hecho esto y lo otro’; ‘Me ha quedado por hacer aquello’. Los ancianos, en cambio, se acuerdan de su tierra. ‘¿Usted cree que puedo volver a mi pueblo?’. Debido a las circunstancias dramáticas, Villavicencio se ve obligado a actuar como un psicólogo y a emplear técnicas de comunicación muy delicadas. “Suelo formular preguntas abiertas y en positivo, generar empatía. Por ejemplo: ¿qué espera usted de su enfermedad? ¿Ha pensado en cómo serían las cosas si esto no acabara de la manera que usted plantea?”, dice.“Nadie quiere morirse, es cierto, pero la gente me dice algo más: no quiero morirme así. Yo me encargo de cambiar el así”, explica Villavicencio.En su trabajo pasa momentos muy duros. “Soy humano, y cuando tengo un mal día, me abrazo con mi familia. Esto me da vida. ¿Un consejo? Hay que aceptar la fragilidad del ser humano, porque todos necesitamos cuidados. No hay que obsesionarse con la muerte: al final lo importante es cómo se ha vivido”.