El régimen birmano que dirige el septuagenario general Than Shwe clasifica a este grupo como de delincuentes comunes y lo trata sin miramientos, hasta el punto que la nueva ley electoral les negó el derecho a militar en partidos y concurrir a los comicios del día 7.
La Asociación de Asistencia a los Presos Políticos (AAPP) de Birmania tiene una lista con 2.193 nombres, de los que 256 son monjes budistas y 176 mujeres, entre ellas la líder opositora Aung San Suu Kyi, aunque por pocas horas porque las autoridades firmaron hoy su orden de liberación.
Suu Kyi, de 65 años, ha vivido durante 15 de los últimos 21 años encerrada en su vieja casa de Rangún, sin acceso al teléfono en Internet y con las visita controladas.
La Nobel de la Paz ha sido la única presa política a la que el régimen tentó con la posibilidad de votar, pero ella prefirió mantener el boicot a unas elecciones que, en su opinión, perpetuarán en el poder a los generales en vez de traer la ansiada democracia a un país sometido a una dictadura militar desde 1962.
Sus condiciones "privilegiadas" ya las quisieran para sí otros reos confinados en penales, como Hso Ten, condenado a 106 años, o Bo Min Yu Ko, que cumple una sentencia de 104 años.
"El trato que reciben vulnera el derecho a la vida y la dignidad, a no ser torturado, y el derecho a la salud (...) La tortura es endémica en las prisiones y los centros de interrogación en Birmania", afirma la AAPP en el último informe que envió a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.
Birmania cuenta con 44 cárceles, 12 de ellas sin médico, y 50 campos de trabajos forzados, algunos sin ambulatorio, según datos de Naciones Unidas.
El destino más temido de los presos políticos es el sórdido penal de Insein, construido a las afueras de Rangún en la época del Imperio Británico.
Allí los reclusos viven hacinados en minúsculas celdas, oliendo sus propios excrementos, en condiciones "mil veces peores que las del Bangkok Hilton", el notorio presidio de Tailandia, según un holandés que pasó siete años allí por comprar una máquina de fax no registrada.
Otros prisioneros tuvieron una experiencia similar.
Ko Aung, encarcelado durante una década en Insein y quien ahora vive en el exilio tailandés, quedó "horrorizado por el terrible olor" y recuerda que en vez de baño, tenían "sólo un cubo lleno de excrementos humanos y plagado de insectos".
Guardas corruptos hacen la vista gorda con el tráfico de drogas y los adictos reutilizan sus jeringuillas, contribuyendo a propagar el sida, una de las enfermedades más extendidas en la penitenciaría junto a la disentería, por el nulo valor nutritivo del rancho.
Entrenados por los servicios secretos de China, Singapur e Israel, los agentes de la inteligencia militar birmana son además consumados expertos en obtener información de los reclusos, sobre quienes practican técnicas como la privación de comida y sueño, descargas eléctricas en los genitales y todo tipo de mutilaciones físicas.
Insein "no es sólo una prisión, sino la total representación del aparato de represión política en Birmania", según la organización británica "The Burma Campaign".
Entre los 2.193 presos políticos que la Junta Militar no reconoce como tales aún quedan doce miembros de la disuelta Liga Nacional para la Democracia, la formación de Suu Kyi que arrasó en las anteriores elecciones celebradas en 1990, cuyos resultados jamás acató la Junta Militar.
Fuente: yahoo.es