Wikileaks: "La rica Wiki (Leaks)"

Columna: Agenda Política Título: La rica Wiki (Leaks) Por: César Campos R. Llevamos varias semanas muy ansiosos por aquello que bien podría denominarse el “Al fondo hay sitio” del ámbito internacional. Es decir, la telenovela, vida y entrega a plazos de los WikiLeaks donde las sorprendentes flatulencias del servicio diplomático de los Estados Unidos concursan por la copa del papelón más notorio de la primera década del siglo XXI. Y vaya que cada entrega hace meritorio un trofeo digno de promoverse por negación como el reemplazo de la Estatua de la Libertad, el Obelisco de Washington, las esculturas del monte Rushmore o la campana rajada de Filadelfia. La federación de los hombres y mujeres libres, la tierra de las oportunidades, el país del destino manifiesto, hoy es apenas una imagen humedecida por la tinta deleble de un sistema informativo frágil y pletórico de textos caídos del palto. Imagino a Joaquín Sabina utilizando los WikiLeaks para componer “Como te digo una co…te digo la o…”. O al Nobel Mario Vargas Llosa convirtiéndolos en partes militares de Pantaleón Pantoja donde las putas referidas no son auténticas sino metafóricas. Y los Pantojas norteamericanos –aquellos que con solemnidad, vocación de servicio y promesa de ayuda presentaban credenciales para instalarse en las diferentes jurisdicciones del mundo unipolar– devorados por sus palabras recodificadas y hambrientas de comprobaciones más firmes. Como buena telenovela hay capítulos de mayor sintonía según las fibras que toquen del respetable. En el caso nativo ha destacado –hasta el momento– la vena militar, segmento donde el universo de infamias se cuela como caviares en proyecto neoliberal. Una mordida al cuello del nuevo comando del Ejército y a varios de sus efectivos con el sencillísimo expediente de sus posibles arrumacos con el narcotráfico. ¿Que todo es posible, más aún tratándose de gente armada y diezmada frente al poderoso aparato narcoterrorista? Sí, pero ese no es el tema de discusión. Lo esencial radica en que el personero diplomático de un país al que se le demanda ayuda económica y logística para combatir ese flagelo, tiene pergaminos suficientes con el cual exige y reclama orden en la administración de su ayuda. Y eso lo obliga a transitar por los canales oficiales con el propósito de informar sobre toda clase de excesos u omisiones. Aquí han quedado frente a frente los reportes del embajador Michael McKinley y los brazos abiertos del canciller José Antonio García Belaunde, quien señala que el diplomático estadounidense jamás le notificó las denuncias que hoy aparecen traducidas y amplificadas para toda clase de especulaciones. Las explicaciones ya ni siquiera corren a cargo de la apesadumbrada Hillary Clinton sino del propio McKinley, siquiera en recuerdo a las lágrimas que derramó por su partida o del Alianza Lima, equipo de sus amores peruanos. Hay tiempo suficiente para ello.