Carlos Andrés PérezPor: César Campos R. Diario EXPRESO, lunes 27 de diciembre
Como muchos, tengo sentimientos encontrados en torno a la figura del ex presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez, fallecido el día de la Navidad. Lo conocí pero no fui amigo o seguidor. Su hora en la historia tiene ángulos importantes que vale la pena evaluar. El primero se refiere a su papel como ministro de Relaciones Interiores durante el gobierno de Rómulo Betancurt, cuando en los años 60 del siglo pasado casi toda la América Latina hervía por la insurgencia guerrillera. Su eficacia para contenerla le dio una plataforma política con la cual en 1973 y gracias a las técnicas modernas del marketing político, ganó los comicios por la primera magistratura de su nación.Lo segundo radica en su encarnación de la esperanza democrática de esta misma parte del hemisferio, durante esos años en los que se multiplicaban los regímenes militares. Poco antes del mandato de Pérez se estrenaron dos de los más oprobiosos: el de Augusto Pinochet en Chile, y el del fantoche civil de la bota castrense, Juan María Bordaberry en Uruguay.Recuerdo la expectativa que despertó la llegada del mandatario venezolano al Perú con motivo de la conmemoración del 150° aniversario de la Batalla de Ayacucho. Especialmente entre los apristas – partido hermano de Acción Democrática, el de Pérez – que radicalizaban su oposición a la dictadura de Juan Velasco. Ésta, con buenos reflejos, había nombrado embajador peruano en Caracas a Luis Felipe de las Casas, por esos días ex militante del PAP y amigo del jefe de Estado llanero.Pérez como Betancurt cumplieron un buen papel en la promoción de la democracia latinoamericana. Financiaron eventos y causas reivindicativas del estado de derecho, las elecciones libres y la separación de poderes. Lo vimos nuevamente en Lima en 1980, ya fuera del poder, como actor central de un encuentro de la Internacional Socialista y dando su apoyo a la candidatura de Armando Villanueva del Campo a la presidencia.Regresó varias veces durante esa década, empoderado por la amistad de Alan García, quien junto a su esposa Pilar llegaron a nombrarlo padrino de su hijo Alan Raúl Simón, en 1988. Luego impulsó su campaña para tentar la segunda presidencia en Venezuela, la que ganó e inició al año siguiente.Esta administración sí dejó mucho que desear. Pérez no escuchaba a la calle ni cuidaba evitar la sombra de corrupción que lo perseguía desde el primer gobierno. Entre 1991 y 1992, viajé dos veces a Caracas por un trabajo editorial y pude comprobar en taxis, tiendas y barrios, la enorme resistencia que se había agenciado.Sin duda, Hugo Chávez es en parte su obra, aunque esta tesis me fue refutada (con argumentos imposibles de consignar en tan breve columna) por el sociólogo liberal argentino Carlos Sabino, quien radicó largo tiempo en Venezuela. Queda para un largo debate aunque me sorprendió la lucidez de Sabino.Contra lo que muchos creen, su último contacto con el Perú oficial no fue Alan García, sino Alejandro Toledo, a quien apoyó abiertamente en las elecciones del 2001. Eso lo alejó de su compadre y amigo. Hoy sus huesos esperan tiempos democráticos para radicar definitivamente en la Venezuela que lo vio nacer y gobernar.