Mis Jardineras
Al inicio de llegar a mi nueva vivienda, prepare en diferentes partes del jardín, unas jardineras al ras de la tierra: circulares, rectangulares- ovaladas, sin programar el tamaño, solo me deje llevar por la intuición, eso sí, intentando encontrar la belleza en todo los arreglos y cambios. Unas están cercadas con piedra y otras con troncos pequeños reciclados de arboles de la misma parcela que tuvieron que ser podados y/o cortados, cuando se hizo la limpieza inicial.
Una vez listas, me fui imaginando como se verían con plantas.
En este proceso, me ayudaron recuerdos de cuando era pequeña, cuando veía con admiración a mi madre y hermana cuidar de bellas plantas, admirándolas, hablándoles, mimándolas, etc. En aquellos momentos me parecía casi imposible poder tener un día una planta por pequeña o grande que fuera.
Poco a poco fui conectando con mis deseos pasados y con los del presente y me inicie en la aventura de ayudar a nacer a la naturaleza.
Una de mis jardineras tiene como huésped a un solo rosal de color blanco y otra un solo rosal de color rojo. Siempre me gustaron las rosas, por su delicadeza, suavidad, olor, forma, tallos y también por la fortaleza de sus espinas. Hay mucha sabiduría en esta planta.
En las otras jardineras hay más de un huésped, por ejemplo: menta y claveles rojos, acompañadas por un conjunto de piedras deformes rocosas que forman un circulo a su alrededor, en el que predomina la piedra mayor a la que de vez en cuando le hago alguna ofrenda en agradecimiento por su generosidad y compañía.
En otra jardinera tengo a algunas aromáticas: romero, sabia, menta, yerba luisa y un huésped que se alojo sin ser invitado por mí, al cual le he dejado su espacio siempre y cuando respete y no interfiera con los demás, lo cuido al igual que a sus compañeros, sin distinción alguna y creo que nos hemos llegado a querer, no sé, a que familia pertenece, aunque por ahora no me es importante para quererle.
En la siguiente jardinera larga, tengo a la ruda, planta muy caprichosa ya que le gusta estar prácticamente sola en su lugar, le gusta predominar ante las demás presencias vegetales. Tiene un olor tan particular, que no se la puede confundir. Siempre que la acaricio y huelo mis manos, llegan a mí, recuerdos de aquellos momentos de mi niñez en la sierra peruana, lugar donde se utiliza a esta planta de diferentes maneras, una de ellas, a nivel energético: con sus ramas se limpia el lugar de las malas energías, en incienso: quemándolas y medicinales: en infusión, y puede que para más cosas que por ahora yo desconozco. Salvo a una distancia de un metro más o menos acepta a un acompañante. Este acompañante tiene su historia: un día limpiando el lugar note que unas ramas estaban creciendo, en un principio pensé que era otra planta de ruda, pero conforme fue creciendo pude notar que no pertenecía a esta familia, al igual que la otra planta de la que les hable anteriormente, la deje crecer para ver qué pasaba, comenzó a captar mi atención, por su verde más intenso en comparación a la ruda que tiene un verde opaco.
Esta planta creció y se hizo un pequeño matorral dando en primavera unas pequeñas flores amarillas, que en su conjunto hacen un bello espectáculo, sin saber qué tipo de planta era, ya había aceptado que se quedaría, sin saber más de su historia ya era parte de nuestra familia, se podía percibir que ella estaba en casa. Al tiempo, en época de verano, un día sentí que quería que la podara, se le veía un poco despeinada, llegando a estar prácticamente destartalada, sin saber cómo, inicié la labor del podado, comencé a descubrir sus ramas, sus formas, su tronco, su ritmo y la ayude a descubrirse en un pequeño árbol bien parado y seguro de estar en su lugar. Hasta hoy se mantiene firme. Espero y deseo que supere este nuevo invierno, para que cuando llegue la primavera podamos disfrutar de la hermosura de sus pequeñas flores amarillas.
Por ahora estos son los comentarios que quería hacerles llegar sobre mis jardineras.
Hasta pronto.
Fidela Huanacune Rosas