Es injusto que se designe a una sola persona con el título de “personaje del año” del Perú cuando hay varias personas que tienen los méritos suficientes para ostentar ese honor.
Por eso me quedo con tres compatriotas: Kevin Arango Aroni, Mario Vargas Llosa y Carlos Paredes Gonzales.
Ahora bien, si me piden que elija solo a uno, mi voto es, sin dudarlo, por Kevin Arango, porque este joven de apenas 18 años encarna el Perú del futuro que todos anhelamos: un país de ciudadanos formados con sólidos valores morales.
Cuando plasmemos ese anhelo recién podremos considerarnos una nación superior a la actual. Bienvenido el crecimiento económico, pero éste es solo un instrumento para construir el desarrollo integral de las naciones.
Siendo hijo de un hogar pobre, Kevin pudo haber utilizado el pretexto de la pobreza para quedarse con los 100 mil nuevos soles que encontró en el supermercado donde trabaja, pero prefirió devolverle el dinero a su dueño.
Estamos tan desacostumbrados a las conductas honradas que el hecho fue la noticia principal de los medios de comunicación social durante varios días. Y, por supuesto, Kevin se convirtió en un personaje.
Es que pocos podían creer que un chico necesitado, pobre, que trabajaba para lograr su sueño de estudiar una carrera universitaria, se haya negado a quedarse con los 100 mil nuevos soles que el azar puso en sus manos. ¡Cuánto mérito en una sociedad enferma de corrupción endémica!
A Kevin le han dado un nuevo empleo y diversos obsequios. Bien por él, pero más útil para el Perú sería que se dedicara a dictar conferencias en las universidades y colegios secundarios acerca de su experiencia extraordinaria, para inculcar en nuestra juventud el valor de la honradez, que tanto necesitamos recuperar.
Mario Vargas Llosa ha puesto en alto el nombre del Perú al haber alcanzado uno de los más altos premios internacionales, nada menos que el Nóbel de Literatura, pero en honor a la verdad hace rato que Mario ya había cruzado el umbral de la fama en el mundo de las letras.
Antes de que le llegara el Nóbel, sus libros ya habían sido traducidos a todos los idiomas importantes del planeta, las mayores sociedades literarias del mundo le habían consagrado igualmente como uno de los grandes de la novela contemporánea, y las principales universidades del globo lo había homenajeado otorgándole títulos de doctor honoris causa.
Haber ingresado a la Galería de los Nóbel es un galardón descollante, el más grande según algunos, pero en mi modesta opinión, la Academia Sueca hubiese perdido mucho de habérselo negado. El problema para ella es que se lo entregó cuando nuestro novelista ya estaba consagrado y lo necesitaba poco.
Carlos Paredes Gonzales es un economista cusqueño que merece el reconocimiento del país porque ha encontrado la tenaza que ha roto las cadenas de la miseria que tenían atrapados a millones de peruanos que habitan en los Andes: el proyecto de desarrollo Sierra Productiva.
Mediante la aplicación de 18 tecnologías que demandan una pequeña inversión, el proyecto permite que los campesinos que tienen como único capital una chacra pequeña puedan duplicar sus ingresos anuales y mejorar sustancialmente la calidad de vida de su familia.
Se trata de tecnologías sencillas que permiten que cada minifundio (Yachachiq) produzca todo el año hortalizas y forraje para criar cuyes y vacunos, con lo cual los campesinos tienen asegurada fuentes de proteínas (carnes y lacteos). Además, las eses de vacuno son utilizadas para producir biocombustible.
Sierra Productiva ha sido elegida hace poco como uno de los dos mejores proyectos de desarrollo social más creativos y eficientes del mundo. De hecho, en el Cusco ya existen más de 1500 Yachachiq y en otras seis regiones hay otros 150.
Tres peruanos que brillan y que siguen derroteros distintos pero concurrentes en la construcción del desarrollo nacional: valores, cultura y economía.
Estos dos últimos son importantísimos, pero sin valores nos servirían muy poco. Por eso mi voto es por Kevin Arango.