Campaña herida Por: César Campos R. En esta todavía etapa primaria de proceso electoral (puesto que aún no se han inscrito todas las fórmulas presidenciales y listas parlamentarias), nada oculta la grave crisis padecida por la opción del oficialismo y el empeño que algunos connotados dirigentes del Partido Aprista le ponen a esa debacle. Nunca más oportuna la cita bíblica que solía evocar Luis Alberto Sánchez, a despecho de su propia limitación visual: Dios ciega a los que quiere perder. Para el común ciudadano, la dimensión de la crisis aparenta concentrarse en Lima sólo expresada a través del debate público entre la candidata presidencial Mercedes Aráoz y el Secretario General del PAP, Jorge del Castillo, por la ubicación de éste último en el conglomerado de postulantes al Legislativo por la capital. No es verdad. La crisis tiene raíces más profundas y extendidas al interior el del viejo movimiento de Haya de la Torre. Y es que pocos quieren verlo como lo que es: la secuela del accidentado Congreso aprista de febrero del 2010, la incertidumbre causada por las denuncias mediáticas que recayeron sobre los dos secretarios generales (las que los obligaron a pedir licencia por unos meses) y la desastrosa performance del Partido del Pueblo en las elecciones municipales y regionales, donde hasta el ecuménico y respetado José Murgia, titular de la región cuna del fundador del aprismo, vio mermada su votación. La disputa cainita por las ubicaciones en las fórmulas parlamentarias del PAP del resto del país, son semejantes y hasta peores a la de Lima. Como bien había advertido Armando Villanueva del Campo, el sistema de listas cerradas – destinado a favorecer sólo a quienes dominan el aparato partidario – ha devenido en injusto por donde se le mire. ¿Qué inercia autista, cuál imperio del desatino, qué modorra analítica sume hoy a los líderes del PAP que no saben moverse en el mundo de las percepciones y acribillan con su egoísmo el derrotero solvente para siquiera alcanzar un éxito relativo en los comicios de abril? ¿Es hoy el APRA una pirámide invertida donde todo un colectivo debe sacrificarse por las acciones personales – no políticas – de algunos dirigentes? Porque Haya de la Torre sí que fue un ejemplo de sacrificio. Renunció a su justo derecho a ser candidato presidencial en 1936, 1939, 1945 y 1956, cuando era objeto de persecuciones dictatoriales, absolutamente políticas. Y en 1962, aceptó el veto militar impuesto a su candidatura buscando incluso a su enemigo Manuel A. Odría para intentar la salvación de la democracia. Y le frustraron la última oportunidad que tenía para llegar a la primera magistratura en 1969, a través del golpe de Estado del año anterior. La campaña presidencial aprista está herida y sólo un dramático giro de sensatez podrá determinar que no sea de muerte.