Durante la denominada “Guerra Fria”, ese período de tensa paz el planeta vivió luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial y hasta la caida de la “cortina de hierro”, la humanidad estuvo al filo de una guerra nuclear.
La idea de que se puede evitar una guerra por el simple hecho de demostrarle al enemigo que uno tiene más cantidad de bombas nucleares que él parece una verdadera estupidez, sobre todo cuando tu oponente está haciendo exactamente lo mismo. Sin embargo, y a pesar de que se construyeron bombas y misiles suficientes como para convertir en escombros -varias veces- cada ciudad del adversario, el delicado equilibrio logró mantenerse durante aproximadamente medio siglo.
Es muy posible que existiesen varias ocasiones en las que todo estuvo a punto de irse al demonio. Seguramente más de una vez el sistema falló, o alguien se volvió lo suficiente paranoico como para decidirse a presionar el botón rojo, pero por alguna circunstancia el agua no llegó al río. El 26 de septiembre de 1983, a las 00:14 hora de Moscú, tuvo lugar uno de esos eventos. La mañana de ese día, y reemplazando a la persona que normalmente estaba a cargo de esa tarea, un oficial de rango medio llamado Stanislav Petrov se encontraba al frente del búnker Serpujov-15, uno de los centros de mando que la inteligencia militar soviética utilizaba para coordinar la defensa aérea de su territorio.
No había transcurrido aún el primer cuarto de hora de ese día, cuando un satélite soviético perteneciente a la red OKO dio la alarma: un Misil Balístico Intercontinental (ICBM, por Inter-Continental Ballistic Missile) estadounidense había despegado desde la base de Malmstrom situada en Montana (EEUU) y en menos de 20 minutos alcanzaría el territorio de la URSS. Para comprender cabalmente lo que significaba esa alerta, hay que recordar que solo tres semanas antes la Unión Soviética se había cargado un avión de pasajeros (el vuelo 007 de Korean Air) coreano que -por error- había invadido el espacio aéreo soviético, matando a las 269 personas a bordo. Entre las víctimas se encontraban varios ciudadanos estadounidenses, incluido el congresista Larry McDonald, representante demócrata por Georgia.
Fuente: neoteo