Y EL PPC TAMBIÉNPor: César Campos R. Diario EXPRESO, miércoles 19 de enero
Es necesario mirar el bosque de los que fueron llamados “partidos nacionales” hasta la década del 80 del siglo XX, para entender la reciente tragedia de su árbol más frondoso encarnado en el aprismo. Aludimos también a Acción Popular y el Popular Cristiano. La agrupación creada por Fernando Belaunde para constituirse en alternativa democrática de las elecciones de 1956, tuvo una evolución interesante y creadora. En la simpleza de sus enunciados ideológicos – ligados a las prácticas comunitarias ancestrales del país – muchos peruanos hallaron una respuesta política que supo cubrir poco más de una década de la vida nacional.Se fracturó estando en el poder y esa división coadyuvó al escenario golpista donde Belaunde fue despojado de su legítimo mandato. Una entendible corriente de desagravio lo reivindicó 12 años después en la primera magistratura. Gobernó por segunda vez con más sabiduría y menos impaciencia, pero Acción Popular inició un lento proceso de desmasificación.Como se sabe hoy es apéndice de Perú Posible, el club de Alejandro Toledo que echa raíces épicas en la marcha de los Cuatro Suyos y la resistencia a la última etapa del régimen fujimorista. Uno de los hijos del fundador hizo tienda aparte y hasta endilgó a la misma como nominativo el más famoso lema de Belaunde: adelante.El PPC siempre supo ser un buen segundo. No tuvo tiempo de explotar el apogeo de su máximo líder, Luis Bedoya Reyes, cuando cumplía su segundo periodo edil capitalino y también lo congeló el golpe militar de 1968.Abierta la etapa de transición democrática convocada por Francisco Morales Bermúdez, cubrió al PAP para sacar adelante la Constitución de 1979. Escoltó a AP en su segunda administración. Secundó a la oposición de Alberto Fujimori y luego a Solidaridad Nacional de Luis Castañeda Lossio mediante la alianza Unidad Nacional. Rota ésta, las definiciones del 2011 lo arrojaron a los brazos del gran combo liderado por Pedro Pablo Kuczynski.Y en el trance elegir a sus representantes para el Congreso, el PPC activa una torpe maquinaria interna que deja fuera de carrera a personalidades de fuste parlamentario como Lourdes Alcorta, Raúl Castro y Rosa Florián. Encubre ese procedimiento – no podía ser de otra manera – con la “expresión democrática de las bases”. Es decir, una minoría de espaldas al país que no avala a sus figuras más sólidas y representativas. Durante tres años y medio, tuve ocasión de entrevistar en el canal del Estado a Castro, Alcorta y Florián, reconociendo en ellos alto nivel político, disciplina de trabajo y promotores legislativos de gran nivel.Una pena lo ocurrido en el PPC. Un suicidio disfrazado de institucionalidad.