La ola de suicidios a lo bonzo en el norte de África es la manifestación más desesperada del malestar que padecen las poblaciones que viven bajo estos regímenes autoritarios. Pero ni la religión ni la geografía explican estos actos, explican psicólogos y sociólogos.
La revuelta popular que terminó con los 23 años del régimen de Zine El Abidine Ben Alí empezó con un gesto desesperado: un vendedor ambulante de 26 años se inmoló el 17 de diciembre para protestar luego de que la policía hubiera confiscado sus mercancías. Su suicidio se convirtió en el símbolo de la lucha contra la carestía y el régimen represivo en Túnez, pero también en los países vecinos. Con el paso de los días, y mientras se hablaba de un posible contagio de la protesta, una decena de personas se quemaban a lo bonzo en Argelia, Egipto o Mauritania para denunciar la situación política local. Para algunos analistas, este tipo de suicidio tiene un alto contenido simbólico. “Esta serie de inmolaciones son el signo de la falta de perspectivas políticas, de un vacío ideológico. Revela el gran malestar en la base social del mundo árabe”, sostiene Michaël Ayari, investigador del Instituto de Investigaciones y de Estudios del Mundo Árabe y Musulmán...
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