Demagogia electoralCésar Campos R.
Hay que ser ciego para no reconocer que la estrategia de campaña de Alejandro Toledo es, hasta el momento, muy eficaz en cuanto a orden, dirección, publicidad y mensaje. El soporte chakano resulta más fuerte que su candidato, cuyas únicas tres fortalezas son un alto nivel de recordación ciudadana, certezas materiales (“todo presidente deja algo en obras”, dijo una vez Alan García) y la imagen comprada de un economista exitoso. Lo demás viene de la mano de diversas complacencias.
A lo largo de esta breve etapa del proceso electoral, Toledo se ha escapado del libreto varias veces y ha hecho sufrir a sus fletadores. Por ejemplo cuando llamó “alumna” a Mercedes Araoz sin que ésta lo haya sido (provocando su reacción), al elegir la fórmula presidencial de manera improvisada en el caso de Javier Reátegui (candidato a la segunda vice presidencia iba a ser Ketín Vidal y el cambio ocasionó el alejamiento del asesor Fernando Rospigliosi) o al vacacionar por las fiestas de fin de año en Punta Sal.
Nada de esto mermó la intención de voto a su favor y es de suponerse que los fletadores cerraran la boca ante las encuestas de enero. “Conozco mis pescados”, habrá dicho el ex mandatario a cualquier atingencia. El teflón era convertido en garantía del voluntarismo del líder y sobre el mismo se forzaba avanzar.
Sin embargo en materia de evaluación de su propio gobierno y las ofertas electorales, Toledo subestima el criterio popular y está convencido que las mentiras o los imposibles pueden sembrarse sin tapujos. Diremos mejor que la frescura acompaña sus declaraciones y promesas, creyéndose con licencia para glorificar el cinismo.
Empecemos por su propaganda más difundida como aquella que alude al precio del pan señalando que en el periodo 2001-2006 podía comprarse diez unidades con un sol. Pero se ha recordado que el kilo de pan en el gobierno de Toledo subió de S/. 3.67 a S/. 4.90, casi cuarenta por ciento y reduciendo la capacidad adquisitiva del ciudadano. También está el caso del galón de combustible, que (en el caso de la gasolina de 84 octanos), subió de S/. 7,85 a S/. 11,67.
El tema no es enrostrarle a Toledo el natural incremento de precios sino la de anunciar una estabilidad de la cual no puede jactarse. Igual sucede con sus ofertas de duplicar el sueldo de los maestros, terminar con la homologación de los profesores universitarios o mantener la cédula viva y aumentar inmediatamente el sueldo de los militares y policías.
La opinión técnica y la alerta del ministro de Economía Ismael Benavides sobre las promesas mentirosas deben tomarse en cuenta para no propiciar nuevas frustraciones en los ciudadanos. La demagogia electoral – principalmente del quien ya ha ocupado la primera magistratura de la Nación – requiere un muro de discernimiento para rechazarla con toda energía.