Domingo 19 de mayo 2024 | Contáctenos
Pararrayos
Alan García se pregunta ante el espejo todas las mañanas la razón de que su segundo gobierno sea impopular.
Una explicación es la carencia de eminencias grises en este mandato. No existen consultores con peso propio que tuteen al jefe de Estado.
Los asesores cumplen el rol de pararrayos. Es decir, ellos deben atraer la culpa de las decisiones incorrectas.
Empero, los asesores también reciben otro papel. Son aplaudidos cuando el gobierno hace méritos.
Ese es el principal problema de García. No desea compartir la gloria con nadie.
Asimismo, el mandatario aprista ha prescindido de consejeros para diferenciarse de Alberto Fujimori y Alejandro Toledo. El primero fue opacado por la omnipresencia de su compinche Vladimiro Montesinos.
El segundo contrato a decenas de asesores palaciegos, amigotes que lo acompañaban en juergas e incluso a un sociólogo chileno, desprestigiando el puesto.
Sin embargo, no se puede cambiar la estructura del poder de un plumazo.
Altos consejeros con visión panorámica han existido en todos los tiempos, territorios y regímenes.
El presidente es de carne y hueso. Es imposible mantenerse alerta todo el tiempo ante los acontecimientos y no se puede confiar en los ministros pues desarrollan una mirada muy sectorizada.
El imaginario ciudadano goza tratando de descubrir a los personajes misteriosos que mueven los hilos detrás de los títeres que se agitan en la escena pública.
Es un grave error privar al pueblo de esos pensamientos.
La consecuencia de no contar con adjuntos es que todo el malestar e indignación ante las injusticias se concentran en el presidente.
Además, García vivió en carne propia la necesidad de contar con un pararrayos en julio de 1987. Cuando estatizó la banca, la opinión publica neutral responsabilizo de esa medida al asesor argentino Daniel Carbonetto.
El arte de gobernar implica seducir permanentemente a la nación.
Una forma eficaz es plantear acertijos. A la población le provoca curiosidad los secretos de los jefes. Si no aparecen figuras que favorezcan a la distracción de las mayorías, estas las inventan.
Es más interesante espectar una obra con varios personajes interactuando que una función unipersonal.
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