Resultado de una gran confrontación política social contra el gobierno de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo ganó las elecciones prometiendo defender los intereses nacionales y populares. Pronto abandonaría sus promesas para continuar aplicando el mismo modelo económico del dictador derrotado. La privatización, una de las vigas maestras de ese modelo, se convirtió en una de sus obsesiones.
El año 2002 el pueblo arequipeño anticipaba lo que habría de ser su conducta de lucha permanente contra la nefasta política de la privatización de Alejandro Toledo. La República del 15 de junio de ese año, publicó una nota periodística bajo el título de “Saramago y la privatización”. He aquí el texto:
“El gobierno decidió imponer la privatización de las eléctricas en Arequipa. De nada sirvieron los argumentos técnicos, de rentabilidad, desarrollo regional y democráticos. Malbarateada, se entregó a un solo postor una empresa que tiene denuncias de entendimiento con la mafia de los noventa. La prepotencia y autoritarismo se están convirtiendo en programa de gobierno.“La extrema ideologización o más bien intereses económicos concretos están a la base de la medida que puede resultar suicida. La privatización ha creado una reacción en Arequipa, de la que sólo el gobierno será responsable.“Una indignada lectora del sur me pidió publicar las reflexiones de Saramago (Premio Nobel de Literatura 1998) sobre los extremos absurdos de la privatización de Fujimori, que, en su opinión, se mantiene incluso en las formas.
“José Saramago,Tomado de "Cuadernos de Lanzarote“,1 de setiembre, 1995:"De regreso de un viaje a Bolivia y Argentina mis cuñados María y Javier traen el periódico Clarín del 30 de agosto. En él viene la noticia de que va a ser presentada al Parlamento peruano una nueva Ley de Turismo que contempla la posibilidad de entregar la explotación de zonas arqueológicas importantes como Machu Picchu y la ciudadela preincaica de Chan Chan a empresas privadas mediante concurso internacional. Clarín llama a esto "la loca carrera privatista de Fujimori". El autor de la propuesta de ley es un tal Ricardo Marcenaro, presidente de la Comisión de Turismo, Telecomunicaciones e infraestructura del Congreso peruano, que alega lo siguiente: "En vista de que el Estado no ha administrado bien nuestras zonas arqueológicas, ¿qué pasaría si las otorgáramos a empresas especializadas en esta materia que vienen operando en otros países con gran efectividad?". A mí me parece bien. Que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que se privatice el Partenón, que se privatice Nuno Gonçalves, que se privatice el Descendimiento de la Cruz de Antonio de Crestalcore, que se privatice el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela, que se privatice la Cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. Y finalmente, para florón y remate de tanto privatizar, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo... Y, metidos en esto, que se privatice también la puta que los parió a todos".
Ese texto de José de Saramago correspondía al año 1995, época en que el corrupto y asesino presidente Alberto Fujimori implementaba febrilmente la privatización, es decir la desnacionalización de la economía peruana.
La reciente muerte de José Saramago nos trae a la memoria la valentía del Premio Nobel de Literatura 1998 para llamar a las cosas por su nombre y para recordar que Alejandro Toledo – ahora que pretende nuevamente ser presidente de la República- involucionó hacia el entreguismo de nuestras riquezas naturales, en la misma línea que Alberto Fujimori y tan similar a la que hoy ejecuta Alan García.