Pues digan lo que quieran pero me tocó ver la llegada del avión que traía a decenas de mexicanos recién salidos del Super Bowl, incluyendo a varios amigos y comentaristas deportivos. Todos, sin excepción, se veían completamente exhaustos, aturdidos y felices. Sobre todo los que caminaban detrás de Inés Sainz, quien iba sola, tranquila, tapada de cabo a rabo con un saquito negro y completamente despreocupada por el revuelo que su presencia volvió a causar en aquellos con sobre dosis de testosterona. Señores, no sean. Sé que no se aguantaban los comentarios, pero el avión es un espacio pequeño y la chava no tiene por qué oír semejantes guarradas que, sin querer, les provoca.
Fuente: Milenio