Nicolas Sarkozy pide a la Unión Europea sanciones concretas contra Libia y que se “suspendan las relaciones económicas, comerciales y financieras hasta nueva orden”. Lejos parecen quedar los tiempos en los que Sarkozy recibía con bombo y platillo al general libio en París para hacer negocios. Hace poco más de tres años, el coronel Kadafi fue recibido en la capital francesa con todo tipo de agasajos. Desembarcó con cien limusinas y una corte de 400 personas que fueron alojadas bajo la tienda del líder libio instalada en el Hotel Marigny, unas dependencias situadas al lado del Palacio del Elíseo. Eran tiempos felices, no había revueltas a la vista en Libia y París tenía que vender su material bélico.Kadafi se había hecho un hueco en la escena internacional, había salido del aislamiento, ya no era terrorista, sino que luchaba contra los terroristas. El guía de la “revolución libia” se había ganado la confianza de los europeos en su compromiso de luchar contra Al Qaida y de actuar como tampón para evitar el alud de inmigrantes ansiosos por alcanzar las costas europeas...
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