De la larguísima lista de estrellas surgidas del universo Disney, que comienza con Britney Spears y Christina Aguilera y termina en los últimos tiempos con Miley Cyrus, apenas se cuentan ya unos pocos nombres que hagan honor a los valores de lo políticamente correcto que siempre han caracterizado a la compañía.
La actriz y cantante Selena Gómez, representante de una generación que entona ya su canto de cisne dentro de la compañía, encarna y soporta aún ese prototipo de chica risueña, comedida y versátil que Disney ha tratado de reproducir en todas sus estrellas.No obstante, la protagonista de la serie de Disney Channel "Los magos de Waverly Place" anunció recientemente su intención de desligarse de la cabecera televisiva que le ha dado fama, al menos en la franja de público que ocupan los más jóvenes y sus padres, y que ya le ha permitido catapultarse a otros proyectos fuera de la firma.Icono hispano de ascendencia mexicana, diseña su propia línea de ropa, colabora con organizaciones humanitarias, estudia, rueda su serie y varias películas más por año y con sólo 17 años ya tiene dos discos de éxito en el mercado. Con todo, asegura que aún le queda tiempo para descansar y comportarse como una adolescente más.La experiencia indica sin embargo que la burbuja que Disney sitúa en torno a sus estrellas a menudo estalla. Así sucedió con Miley Cyrus, más conocida por encarnar durante años a la protagonista de "Hannah Montana", otra serie del canal de televisión infantil por excelencia, que devino en secuelas cinematográficas, discos y todo tipo de "merchandising".El escándalo regresa a Disney Cyrus, la mayor de su generación junto a Joe Jonas, cumple el próximo martes 23 de noviembre 18 años. Eso no ha impedido que, por ejemplo, tras su actuación en la reciente gala en Madrid de los premios europeos de la cadena MTV, la joven disfrutara de una larga noche no exenta de alcohol, según informó la página web Los40.com.El título de su último disco, "Can't be tamed" (algo así como "imposible de domar", en español), constituye toda una declaración de intenciones que ha acompañado de un repentino cambio de imagen y de actitud.A la polémica que ahora acompaña a la principal abanderada de esta última hornada Disney, con divorcio de padres incluido, le ha seguido el reciente escándalo de otra princesa de la compañía, Demi Lovato, cantante con dos discos propios, además de los surgidos de sus papeles en la serie "Sunny y las estrellas" y las dos entregas de la película "Camp Rock".La web TMZ informaba el pasado 1 de noviembre del ingreso de la joven actriz en un centro de rehabilitación por "problemas emocionales y físicos", sumándose así a la lista de Britney Spears y Lindsay Lohan, que también fueron niñas revelación de Disney y que en los últimos años pasaron temporadas bajo tratamiento médico por motivos psicológicos o para tratarse adicciones.Atrás quedan los años en los que programas radiofónicos como "Fan Club" de la cadena Los 40 Principales grababan sus entrevistas con esta estrella infantil para adecuarse al estricto cumplimiento de su jornada laboral reducida. Sus compañeros de reparto en la minisaga "Camp Rock", los Jonas Brothers, mantienen intacto su halo virginal (no en vano presumen, como Selena Gómez, de portar los célebres anillos de pureza o castidad que distinguen presuntamente a quienes renuncian al sexo hasta el matrimonio).En "Camp Rock 2" anuncian nueva incorporación, un cuarto hermano Jonas, el pequeño Frankie, que podría iniciar el relevo generacional.Modelo comercial de éxitoEn un contexto general de crisis económica, The Walt Disney Company anunció a principios del mes de noviembre que su beneficio neto durante el ejercicio fiscal hasta octubre de 2010 fue de 3.963 millones de dólares, casi un 20% más con respecto al de 2009, gracias a éxitos como "Toy Story 3", "Iron Man 2" o "Hannah Montana: The Movie".Disney ha desarrollado un modelo de explotación comercial que no desatiende ningún segmento del entretenimiento. Su cadena de televisión, Disney Channel, se ha convertido en una factoría que produce estrellas que actúan, cantan y bailan y cuya presencia traspasa las pantallas de los hogares para trasladarse al cine y al mundo de la música.La fábrica de los sueños por antonomasia atiende a un fenómeno que siempre ha existido: el de los fans. Su permeabilidad convirtió en iconos musicales en los años 80 y 90 a las llamadas "boy bands" (véase, Backstreet Boys o Take That). En las primeras décadas del siglo XXI, lo que funciona es la juventud y candidez de Taylor Swift, que lleva tres semanas aferrada al podio de ventas estadounidense, o Justin Bieber, de 16 años, reciente premio europeo MTV al mejor artista masculino, por delante del controvertido Eminem o del sensual Enrique Iglesias.Ayudadas por el aparato mediático Disney y su diversificación artística, ni Gómez ni Cyrus, las alumnas más aventajadas, les van a la zaga en sus incursiones musicales. Con sencillas melodías muy pegadizas y cuidadísimas producciones, sus últimos discos -"A year without rain" y "Can't be tamed", respectivamente- recuerdan a los primeros trabajos de sus antecesores.También Britney Spears, Christina Aguilera o Justin Timberlake fueron chicos Disney que un día abandonaron la madriguera para reorganizar sus carreras. Visto lo visto, ahora sólo queda preguntarse cuánto quedará del sello de pureza en el futuro y cuántos miembros del sueño "Hannah Montana" sobrevivirán a la presión y al paso de los años, a veces incluso en el sentido literal de la palabra.