AfinidadesPor: César Campos R. Diario EXPRESO, miércoles 13 de abril
Recuerdo muy claramente la sensación de un respetable sector de peruanos y peruanas luego que transcurrieron las primeras 48 horas de realizada la primera vuelta de las elecciones generales el 2006, cuando se anunció que pasaban a la segunda vuelta Ollanta Humala y Alan García: “¡qué barbaridad!”, “cuanta ignorancia!”, “¡se fregó el país!”, “¡es el cáncer y el sida!”, “¡votaré en blanco o viciado en la segunda vuelta!”, “¡me voy al extranjero!”, eran las expresiones más comunes. No son muy diferentes a las que escuchamos en estos días. Con un sistema político absurdo y saturado que permite 22 partidos políticos registrados en el Jurado Nacional de Elecciones, 13 inscritos para competir, uno tachado y dos desprovistos de su candidatos presidenciales por renuncia de los mismos (Mercedes Araoz y Manuel Rodríguez Cuadros), resulta absolutamente natural la insatisfacción de quienes no forman parte de ese 54 por ciento que apostaron por Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Si el sistema franquea tal grado de dispersión del voto, la culpa no la tienen los electores. A estos no se les permite escoger entre pocas pero sólidas alternativas partidarias, sino de una baraja diversa y hasta folklórica. Sin embargo, después de los golpes de pecho porque el candidato (a) propio no tuvo éxito en la competencia electoral, viene la etapa reflexiva y la búsqueda de legitimación para quien deba gobernarnos los próximos cinco años. Esa es la gran ventaja de la segunda vuelta o el “ballotage”. En este periodo, con la mediación de la Semana Santa casi a fines de abril, se establecen dos claros momentos para el desarrollo de las nuevas estrategias que habrán de desarrollar ambos aspirantes a la presidencia de la República. Porque es un hecho que ninguno dirá lo mismo o actuará como lo hizo en la anterior jornada. El primero está caracterizado por las aproximaciones que Humala y Fujimori realizan hacia sus antiguos rivales, especialmente los que han logrado arrastrar una significativa bancada parlamentaria. Hablamos de Perú Posible de Alejandro Toledo, Alianza para el gran Cambio de Pedro Pablo Kuczynski, Solidaridad Nacional de Luis Castañeda Lossio y el Partido Aprista de nadie (porque la verdad no se sabe quién se hace responsable de tal jibarización del número de sus representantes). Los escarceos iniciales ya arrojan señales inequívocas. La dirigencia de Perú Posible quiere a Humala porque su condena al fujimorismo fue elemento eyector de la presidencia de Toledo 2001-2006 y porque los une el odio hacia el presidente Alan García, a quien los chakanos culpan del fracaso de su líder en estas elecciones y los nacionalistas pretenden pulverizar en el Congreso – a través de comisiones investigadoras – para impedir su retorno a la primera magistratura el 2016. En ambos casos, prima el hígado toledista y no el cerebro del equipo de Estado. Otro es el escenario que brinda PPK, quien asegura que jamás votará por Humala pero tiene dudas sobre los compromisos democráticos de Keiko. El hombre de la flauta se debe a un conglomerado donde su candidato a la primera vice presidencia, Máximo San Román, también tiene el ojo cargado contra el fujimorismo por razones conocidas. PPK no puede asegurar un apoyo compacto. El respaldo de Castañeda podría ser más viable hacia la candidata de Fuerza 2011, lo mismo que el de los apristas. Sin embargo, estas afinidades sólo garantizan una hoja de ruta para los acuerdos en el futuro Parlamento. El segundo momento será perseguir un voto ciudadano que ahora tiene otra música y, por lo tanto, diferente partitura.