Aunque en los últimos días se rumoreó que Pedro Pablo Kuczynski, Alejandro Toledo y Luis Castañeda, llegarían a un pacto para “defender la democracia” ante el peligro de que Humala y Fujimori pasaran a la segunda vuelta, las conversaciones entre sus representantes no llegaron a nada.
Al parecer, todos estaban de acuerdo en que dos candidatos debían renunciar, pero ninguno quería ser el que dimitiese. De este modo, la ambición por alcanzar el poder de los tres postulantes permitió que candidaturas como la de Humala y la de Fujimori los derrotasen y abrieran de ese modo un futuro incierto para el Perú.
Luego de conocerse los primeros resultados, en las redes sociales y en cadenas apocalípticas que llegaban a los correos electrónicos comenzó a sugerirse la posibilidad de votar en blanco, nulo o viciado, para conseguir la invalidación de los comicios. No es una propuesta seria. Según la ley electoral, para que unas elecciones en el Perú sean invalidadas, el porcentaje de votos blancos, nulos o viciados, debe alcanzar el 66%. Alcanzar esa cifra suena irreal. Ni aunque se pusiesen de acuerdo todos los votantes de PPK, Toledo y Castañeda, se conseguirían los dos tercios del electorado necesarios para anular las elecciones.