Sólo de esa manera puede interpretarse su definición en favor del nacionalista Ollanta Humala para la segunda vuelta de la elección presidencial en Perú.Al fin de cuentas lo que el elogiado Nobel ha hecho es adorar lo que ha quemado, y traicionar los postulados que defendía como ideal compartido por amplios sectores de su país y del medio latinoamericano en general.Vargas Llosa es un hombre de derecha y como tal ha actuado en la vida política, hasta llegar a ser candidato a la presidencia de su país, cuando en las elecciones de 1990 encabezó un frente liberal y de derechas que venció en primera vuelta.Sin embargo, el favorito acabó en un fiasco descomunal en el ballotage, por su alianza con los partidos tradicionales y malas estrategias en la campaña electoral decisiva.No cabe duda que perdió esa vez ante el ingeniero japonés Alberto Fujimori por malas decisiones políticas.Con esa historia a cuestas, el Premio Nobel se ha lanzado en su última aventura: Apoyar el proyecto estatista y populista de Humala en su país.Feo resbalón para un intelectual identificado con la causa de la libertad y la democracia real, sin apellidos, ni padrinos.Curiosa y contraproducente resulta su elección de Humala, a quien por discurso y trayectoria habría que poner justo en las antípodas de lo que Vargas Llosa político, y Vargas Llosa literato, siempre ha defendido.Sin duda, la coyuntura peruana no lo exime al Nobel de la primera obligación de un político: ser consecuente con sus ideas y mantener coherencia entre lo que dice y hace.¿Qué le puede decir ahora a quienes lo han seguido en su defensa del ideal liberal, de la libertad de expresión y en sus batallas contra los caudillos?Es difícil explicar su elección, si en las instancias previas, en una imagen digna de su talento literario, refiriéndose a Ollanta Humala y Keiko Fujimori dijo que los peruanos podrían verse forzados a elegir entre el cáncer y el Sida.Rehaciendo malamente su diagnóstico, hoy habla del mal menor y se pone del lado de Humala, pasando por sobre sus principios rectores, aquellos que por su naturaleza trascienden los límites de una elección en Perú, y que le han ganado simpatías y adhesión entre quienes lo han visto alzarse casi como solitario paladín ante la arrolladora marea de la intelectualidad de izquierda.Con Humala, se pone al lado de quien es la antítesis de un liberal en lo político, social y económico. Francamente, la democracia de Humala no es la democracia en la que cree Vargas Llosa.Y el propio Nobel lo dijo hace apenas unas semanas. “No podemos copiar modelos estatistas o populistas que sólo harían retroceder a nuestro país, trayendo más atraso y miseria. No nos dejemos engañar, salvemos al Perú y no permitamos que nuestro país retroceda hacia esquemas de gobierno ya superados", dijo hace unos días sobre el proyecto político de Humala.¿Es posible que su viejo rencor por Alberto Fujimori sea más fuerte que todo el proyecto político y social que han ilustrado su vida de escritor y político?¿Y dónde queda, dónde se diluyó y descafeinó el Vargas Llosa que ha dado batallas contra Hugo Chávez?Triste resulta ver al laureado literato al lado de un discípulo aventajado y financiado por los dólares de Chávez.Inexplicable voltereta para quien en su obra literaria y en sus constantes manifestaciones políticas ha estado contra el caudillismo que desnaturaliza la democracia, corrompe las instituciones y alimenta el apetito por el poder sin límite ni medida.Sin duda, una elección desafortunada y en el peor momento.Mario Vargas Llosa era una de las pocas voces potentes que exaltaban la trinchera opuesta en un medio intelectual rendido mayoritariamente ante la seducción de las izquierdas y su tentadora oferta de popularidad.Perú tiene el derecho soberano de elegir. El Nobel también. Pero sin duda que desde la distancia y la neutralidad hay algo que esta vez no encaja.