Por César Campos R. Diario EXPRESO Miércoles 18 de mayo
De acuerdo a la encuestadora Ipsos Apoyo, el 53 por ciento de los limeños repudia la gestión de la alcaldesa de Lima Susana Villarán de la Puente y sólo 27 por ciento manifiesta estar de acuerdo con su trabajo. Al respecto, el teniente alcalde Eduardo Zegarra explica esta caída calificando de “injustas” las críticas proferidas contra Villarán, acusa una “campaña de demolición” en su contra y el uso parcial e interesado de tales resultados por parte de un sector de la prensa.La situación de Villarán suscita en verdad mucha pena y las opiniones de Zegarra la conmiseración que merece un fronterizo. Si ambos fueran limeños siquiera de ánimo o gozaran la lectura que muchos hicimos de uno auténtico y festivo como Ricardo Palma, asimilarían aquel refrán (llamado técnicamente “paremia”) muy usado por el tradicionista: “quien siembra vientos cosecha tempestades”.Y las tempestades acopiadas por Villarán y su equipo de diletantes parecen un cuadro del diluvio universal perfectamente advertido por quienes observamos con suficiente anticipación la mala fe de la lideresa del hoy partido cadáver Fuerza Social respecto a su tarea en la comuna metropolitana. Por eso escribimos en EXPRESO el 24 de noviembre del año pasado: “Todo indica que Susana versión 2010 no tiene los sentimientos ecuménicos de Paniagua; ni siquiera los de Alfonso Barrantes, otro de sus referentes políticos. Un tambor de guerra ha quedado prendido a uno de sus tímpanos y así la vemos desde el 3 de octubre: amenazando, desafiando, especulando y mofándose de sus adversarios, a la par que intenta construirse una imagen edil que a la fecha todavía resulta pobre”.¿A la fecha? Esa pobreza de imagen se ha extendido 137 días después de iniciar su errático sendero de desaciertos. Lo avisamos pero la arrogancia, un patético ego colosal de 40 kilates invadió a la señora Villarán sin escalas.Pongamos las cosas en su sitio. Nadie le reclamaba obras inmediatas como absurdamente interpreta Zegarra la causa de la debacle. Los limeños sólo le pedíamos sindéresis y espíritu de continuidad para lo bueno que había realizado Luis Castañeda Lossio. Reconociendo lo frágil de su base electoral y dando una lectura adecuada a su emergencia producto de la tacha impuesta por el Jurado Nacional de Elecciones a Alex Kouri, Villarán debió llegar al extremo de la humildad, la concertación democrática, el mensaje esperanzador y las sumas que dibujaran la sinceridad de su ampulosa sonrisa.Sin embargo, como auguramos en noviembre, su camino fue la guerra. Opción ridícula que hoy se evidencia en la gloriosa tarea de borrar todo color amarillo de los rincones de Lima y reemplazarlo por el verde limón, como lo denuncia el regidor metropolitano Jorge Villena. Villarán, Zegarra y toda esa cofradía de gestores ediles fracasados pagan el precio de su mezquindad, maldita mezquindad que les embarra la cara con su enorme ineptitud.El desastre municipal limeño no es un deseo sino una cruda realidad. Pensemos en serio cómo acabar con esta tragedia pública.