En este proceso, un factor de apoyo fundamental fue la abolición de la monarquía, con los cambios que este hecho trajo como consecuencia, por ejemplo en el acceso comercial y económico al comercio de ingredientes antes restringidos, dispuestos sólo para las familias pudientes. El otro factor fue la oferta de cocineros, altamente preparados, que quedaron sin trabajo después de la emigración de familias que no podían acomodarse a los preceptos de la Revolución. En esta nueva gastronomía cumplieron una tarea importante tres hombres de cocina plenamente incorporados a estos menesteres, a principios del siglo XIX. Fueron Reyniere, Brillat-Savarin y Careme.
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