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Domingo 29 de mayo 2011

Ollanta Humala es como un camaleón: Cualquier cosa con tal de llegar al poder

No nos lamentemos luego, este hombre es capaz de hacer cualquier cosa con tal de llegar al poder. Este artículo de Humberto Abanto Verástegui publicado en La Razón (29 de mayo de 2011) pone en evidencia este aspecto crucial de su vida.
Domingo 29 de mayo 2011
Ollanta Humala es como un camaleón: Cualquier cosa con tal de llegar al poder

No nos lamentemos luego, este hombre es capaz de hacer cualquier cosa con tal de llegar al poder. Este artículo de Humberto Abanto Verástegui publicado en La Razón (29 de mayo de 2011) pone en evidencia este aspecto de su vida:

Cambiantes planes de gobierno de Humala solo buscan saciar su avidez de llegar al poder como sea

Mismo coronel Aureliano Buendía, de la obra “Cien años de soledad”, que renuncia a todo con tal de tener el poder HUMBERTO ABANTO VERÁSTEGUI (*)

Hay quienes afirman que la realidad suele imitar a la ficción. Tal vez tengan razón. Al menos parecen tenerla en el caso del teniente coronel (r) Ollanta Humala Tasso y sus planes de gobierno, vista la sorprendente facilidad con que arría y enarbola banderas durante la segunda vuelta electoral, que guarda un sorprendente parecido con este expresivo pasaje de la celebérrima novela “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez: En la calurosa sala de visitas, junto al espectro de la pianola amortajada con una sábana blanca, el coronel Aureliano Buendía no se sentó esta vez dentro del círculo de tiza que trazaron sus edecanes. Ocupó una silla entre sus asesores políticos y envuelto en la manta de lana escuchó en silencio las breves propuestas de los emisarios. Pedían, en primer término, renunciar a la revisión de los títulos de propiedad de la tierra para recuperar el apoyo de los terratenientes liberales. Pedían, en segundo término, renunciar a la lucha contra la influencia clerical para obtener el respaldo del pueblo católico. Pedían, por último, renunciar a las aspiraciones de igualdad de derechos entre los hijos naturales y los legítimos para preservar la integridad de los hogares.

- Quiere decir -sonrió el coronel Aureliano Buendía cuando terminó la lectura- que solo estamos luchando por el poder.

- Son reformas tácticas -replicó uno de los delegados. Por ahora, lo esencial es ensanchar la base popular de la guerra. Después veremos.

Uno de los asesores políticos del coronel Aureliano Buendía se apresuró a intervenir.

- Es un contrasentido -dijo. Si estas reformas son buenas, quiere decir que es bueno el régimen conservador. Si con ellas logramos ensanchar la base popular de la guerra, como dicen ustedes, quiere decir que el régimen tiene una amplia base popular. Quiere decir, en síntesis, que durante casi veinte años hemos estado luchando contra los sentimientos de la Nación.

Iba a seguir, pero el coronel Aureliano Buendía lo interrumpió con una señal. «No pierda el tiempo, doctor -dijo. Lo importante es que desde este momento solo luchamos por el poder».

Sin dejar de sonreír, tomó los pliegos que le entregaron los delegados y se dispuso a firmar.

- Puesto que es así -concluyó-, no tenemos ningún inconveniente en aceptar.

Efectivamente, tal vez sea allí –en la simple avidez de poder– donde deba situarse la explicación de la volátil situación de los planes de gobierno del teniente coronel (r) Ollanta Humala Tasso y, muy seguramente, la búsqueda sería acertada y fructífera. Pero revelaría, por otra parte, un dato muy peligroso: si la obtención del poder es más importante que lo que se desea hacer con él, conservarlo será su objetivo mayor.

IILlegados a este punto resulta justo preguntarse si el candidato de Gana Perú –plagio descarado, aunque parcial, del eslogan con que AGP lo venciese el 2006 («Gana el pueblo, gana Perú»), como lo es la Gran Transformación, expresión acuñada por Haya de la Torre– suscribe el viejo lema maoísta: «Salvo el poder todo es ilusión», que tantas muertes trajo al Perú a manos de las hienas asesinas de Sendero Luminoso.

Ahora bien, no que esté mal perseguir el poder. Todo lo contrario. No es posible ocultar que la lucha política se centra y se concentra en la disputa por el poder. El problema surge cuando el poder lo es todo, cuando deja de ser un medio para convertirse en un fin en sí mismo. Si se asume esa convicción, se adhiere a la idea de que todo vale con tal de saciar la avidez de poder. Solo así se puede explicar el sorprendente paso del plan de gobierno –inscrito ante el JNE– al Compromiso por el Perú y de éste a la Hoja de Ruta y solo Dios sabe a qué otra cosa más mañana.

Algo que lleva a pensar que el teniente coronel (r) Ollanta Humala Tasso no persigue más transformación que la que lo conduzca, directo y sin escalas, de hombre común y corriente a presidente de la República, de habitante de una mesocrática casita en inquilino de la Casa de Pizarro. Para lograrlo, a diferencia del pobre coronel que no tenía quien le escriba, el teniente coronel ha demostrado que le sobran los escribas.

Empero, si en la cosmogonía judeocristiana en el principio fue el Logos (la palabra), hay que advertir que no es el final. Al final está el juicio y éste es el análisis no solo de las palabras, sino también de las acciones, para arribar a una conclusión definitiva. La conducta humana, por tanto, no se reduce a la palabra, mucho menos en política. Existe un discurso actuado que dice mucho más que las peroratas y los documentos.

Ese discurso, en el caso del teniente coronel (r) Ollanta Humala Tasso, exhibe una alarmante duplicidad. En la mañana va a la plaza Dos de Mayo, arenga a las huestes de la CGTP contra el sistema imperante –que, ojo, es político y económico–, en la noche llega a la Casona de San Marcos para prestar juramento patriótico en defensa de los valores democráticos.

Al igual que el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, el teniente coronel es dos personas en una. A juzgar por la pluralidad de sus planes, muchas más que dos. Si él supiera de poesía, tal vez podría repetir con Walt Whitman en “Canto a mí mismo” (LI): «¿Qué me contradigo?/ Sí, me contradigo. Y ¿qué?/ (Yo soy inmenso…/ y contengo multitudes)». Pero una cosa es ser un poeta que exalta las contradicciones humanas y otra muy distinta es ser un aspirante a la presidencia de la República que presenta gruesas contradicciones respecto de lo que hará si alcanza el poder. Ese es el problema.

Desde el pluralismo hay que decir que no está vedado al teniente coronel que mejore su plan de gobierno. Sería absurdo acusarlo de ello. Si se da cuenta de la inviabilidad de sus propuestas, por más que le hayan procurado apoyo popular, un deber de responsabilidad tendría que llamarlo a corregirlas. Hacen mal quienes le niegan esa opción. Sí, es cuestionable, en cambio, que las modificaciones se introduzcan por oportunismo y no por convicción. Peor aún es que al final no se sepa cuál de los planes será el plan o que voceros autorizados insistan en la validez del plan original.

IIIAparece aquí el problema de la duda que genera el teniente coronel respecto de los planes que tiene para nosotros si le entregamos la conducción del país. Una duda que no es menor y no puede solventarse, como pretende Steven Levitsky, con el fácil recurso a las pruebas (reales o presuntas) sobre su contrincante. No, eso no es posible. Tampoco puede ser solventada apelando a la fe, como lo hacen Mario y Alvaro Vargas Llosa y la mayoría de los dignísimos personajes que le han ofrecido su respaldo para impedir la victoria de Keiko Fujimori. Aunque no deja de llamar la atención la imponente demostración de fe que hacen estos agnósticos declarados, pues son capaces de creer contra toda prueba.

Pero, ¿cuáles son estas dudas? En primer lugar, sus convicciones democráticas. Sus partidarios y quienes lo apoyan sostienen que él es demócrata porque el padre de la candidata opositora dio un golpe de Estado. Eso es una tontería monumental. Los pecados ajenos no crean virtudes propias. Es más, ser virtuoso exige la práctica de la virtud, no el subrayado de los pecados de los otros. Y ya entrados en este tema, se debe decir que la biografía democrática del teniente coronel no posee muchas páginas. Ni siquiera muchas líneas.

Diga lo que diga y haga lo que haga, allí está inconmovible su respaldo a la asonada criminal que perpetró su hermano Antauro –en su nombre, como registran las grabaciones de la época, en que toda arenga tenía como pie forzado, «El comandante Ollanta dice»– contra un gobierno democrático. Al margen de la frivolidad de Alejandro Celestino Toledo Manrique, la voracidad presupuestal de su familia y la desvergüenza con que actuaron sus colaboradores, se trataba de un gobierno legítimamente elegido y como tal debía cumplir el mandato dictado por la Constitución.

No se trata de ejecuciones practicadas por un joven capitán en Madre Mía durante la década de los noventa. Tampoco de la sublevación de un comandante militar díscolo en la sierra de Moquegua. Se trata de hechos producidos en esta misma década, apenas seis años atrás. ¿Qué acto de arrepentimiento? Ninguno ¿Qué mitigación de la pena que sufren los deudos de los policías asesinados ha hecho? Ninguna ¿En qué momento abjuró de la opción violentista? Jamás. ¿Cómo, entonces, es posible que sin más pruebas que la fe –y el miedo, por supuesto– hombres decentes como Gustavo Gorriti Ellenbogen digan que el teniente coronel presenta una saludable evolución hacia posiciones democráticas?

Así pues, si Keiko Fujimori es la hija de un golpista, el teniente coronel (r) Ollanta Humala Tasso fue el cómplice de un aspirante a golpista. La diferencia está en que mientras la una fue ajena a los hechos, él lanzó un manifiesto de respaldo por la radio. No se trata, por tanto, de que existan dudas sobre uno y pruebas sobre la otra. Hay pruebas sobre ambos. Por eso es difícil escoger y por eso mismo es indeseable esta elección. Pero igual tiene que hacerse. Ello supone sobreponerse a las pasiones, a los rechazos que genera una u otra imagen y tratar de sacar lo mejor posible de este desagradable dilema en que la ceguera del egoísmo nos hundió.

Es fácil negarse a decidir. Basta con dejar las cosas en manos de los demás. Sin embargo, hay que tener en cuenta que es un acto irresponsable.

IVAsí las cosas, la decisión del próximo domingo exige definir con claridad las opciones y las programas de acción de cada uno de ellos, la supervivencia del sistema de libertades que tan trabajosamente hemos construido y la preservación de los avances económicos que el Perú ha logrado con todo el sacrificio de los peruanos, sobre todo de los más pobres. Significa también hacer un cálculo de pérdidas probables, pues ninguna de las opciones significa una ganancia clara en ambos aspectos al mismo tiempo.

A sus pulsiones antidemocráticas, el teniente coronel (r) Ollanta Humala Tasso le agrega sus despropósitos económicos y sus fervientes promesas electorales sin financiación cierta. No quiere decir que él no tenga razón en proponerlas. Por supuesto que todos queremos un balón de gas más barato, una pensión para todos los ancianos y –¿por qué no?– comida para todos los niños desamparados. También una atención de salud que garantice salvar vidas y curar enfermedades. Pero no puede sufragarse eso con buena voluntad ni con ingresos extraordinarios que en cualquier momento pueden desaparecer por la forma en que vienen desarrollándose las cosas en el mundo.

Estos elementos deben ser tenidos en cuenta por la clase media, que se ha reconstituido y robustecido en estos años de crecimiento económico, y a la que le corresponde decidir respecto de quién habrá de asumir el gobierno del país durante los próximos cinco años. Hay que insistir que el poder de penetración de ambas opciones en los NSE D y E es tan intensa que, prácticamente, los ha partido en dos pedazos iguales. El poco significado electoral de A y B, entonces, pone la decisión final en manos de C. Ya en un artículo anterior señalé que ése es el sector más esquivo al fujimorismo, la gran fuente de resistencia al proyecto de perpetuación en el poder que se registró hasta el 22 de noviembre del 2000.

Tal vez allí se encuentre la explicación de por qué, pese a los graves errores del teniente coronel y su errática configuración de planes oportunistas, Keiko Fujimori no ha podido mejorar sus cifras y obtener una distancia holgada que le asegure la victoria el domingo. Lo cierto es que no ha elaborado un mensaje convincente para la clase media que tanto desconfía de ella, como lo hizo de su padre. No ha podido disipar las sombras del pasado. No ha sabido apoderarse del futuro para despertar la ilusión de quienes saben que el teniente coronel (r) Ollanta Humala Tasso es una amenaza para todo lo que se ha logrado, tampoco cautivar su confianza.

Ella –que hizo sus estudios profesionales en un país del primer mundo, con una democracia que funciona aunque con imperfecciones– tiene una gran oportunidad en el debate de este domingo para decir lo que tiene que decir y que no ha dicho todavía o no lo ha dicho con el énfasis suficiente. Los sectores medios del Perú rechazan el desprecio de Alberto Fujimori por las libertades políticas y la limpieza de conducta en el manejo de la cosa pública. Esa es la fuente de la resistencia a votar por ella. Si quiere eliminarla, debe asumir un firme y honesto compromiso con la defensa de la democracia y, fundamentalmente, con la restitución de la ética en la función pública. Debe comprender que sin esos elementos, C –que desconfía de ella porque trae la imagen de su padre– no votará por ella. Las libertades políticas y económicas son fundamentales, pero la decencia y la honestidad también.

(*) Analista político y abogado.

Fuente: La Razón

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COMENTARIOS
1 comentarios
PERO, EL TITULO DICE: JUSTICIA DIGNA. ¿y CUAL ES LA JUSTICIA INDIGNA?, PUESTO QUE ASÍ DEJARÍA DE SER JUSTICIA. SALVO QUE SE TRATE DE LA "JUSTICIA" QUE SE REPARTÍA EN LA SALITA DEL SIN DONDE SE FABRICABAN MILLONARIOS EN DÓLARES. O CON LOS MUERTES DE INOCENTES Y DONDE HASTA UN NIÑO MURIÓ EN EL ASESINATO DE BARRIOS ALTOS. CLARO ESTÁ QUE COMO DIJO EL DR. TRELLES, VOCERO DE FUJIMORI, EL FUJIMORISMO MATÓ A MENOS PERSONAS QUE OTROS PARTIDOS. BUENO, BUENO, AUNQUE SEAN MENOS, PERO ERAN VIDAS HUMANAS NO DE CERDOS COMO LOS QUE MANDARON A REALIZAR SEMEJANTE MASACRE DE LESA HUMANIDAD.
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