¿Humala hipotecado o arrinconado? Más de lo mismo pero un poco más "decente"

Del 2006 al 2011:

De retroceso en retrogradación, de HUMALA a humala o de FUJIMORI a FUJIMORI

            Antes de conocer el resultado del escrutinio presidencial del 5 de junio del 2011 podemos emitir algunas conclusiones generales del momento político que se vive en el Perú. Con respecto al 2006 hay un evidente retroceso en la temática general que marca el debate. En la segunda vuelta de aquel entonces se enfrentaron A. García y O. Humala y el debate en cierta medida se sesgó hacia la “izquierda”, haciendo que García prometa, con la más completa demagogia y desparpajo, medidas de la temática humalista. Las derechas se alinearon contra el supuesto candidato “antisistema”. García fue elegido, reelegido más exactamente, por los que lo combatieron, a él y al Apra, en 1985, en 1987 y en 1990. La derecha entera, con todo el fujimorismo, se alineó en el 2006 detrás de García, garante del “sistema”. Los últimos cinco años de gobierno ultra corrupto, entreguista y represivo de García se los debemos en parte a los que hoy apoyan a Humala, A M. Vargas Llosa por ejemplo, que hizo campaña en el 2006 por el aprista que él mismo había combatido en las calles incluso –defendiendo a banqueros contra una falsa “nacionalización”- desde 1987. 

            La coyuntura actual marca un claro retroceso con respecto a la temática general en la política peruana. En la segunda vuelta de los comicios presidenciales del 2011 el fujimorismo intenta recuperar directamente el poder político y se enfrenta al humalismo que se viste hoy en día mas que nunca de alumno modelo. Pero la derecha está dividida y una parte de ella, asqueada del eventual retorno directo de Fujimori, apoya a Humala, con condiciones e intereses … leoninos. Este apoyo es una hipoteca que rápidamente fue suscrita en el 2011 por el perdedor del 2006. Humala ha anunciado que no tocará el modelo económico ni la Constitución ilegitima de 1993, la que Fujimori mandó a hacer luego de su putsch del 5 de abril de 1992.

            ¿Qué va a cambiar en el Perú si Humala es elegido? Emitimos las hipótesis más probables. Institucionalmente nada, o muy poco, pues allí está su compromiso de no tocar la Constitución golpista de 1993.  Económicamente poco, o nada, pues Humala se comprometió también a no tocar el modelo económico vigente. Pero este modelo económico no es ni más ni menos que el fujimorismo económico en persona, el ultraliberalismo que tiene de rodillas al país, a los intereses nacionales y a los intereses del pueblo peruano. Con la misma Constitución fujimorista y con el mismo modelo económico, el fujimorista, modelo antinacional, el exdictador que cumple dulcemente su condena de un cuarto de siglo de cárcel –dorada- por crímenes de lesa humanidad debe estar más que pleno de satisfacción por seguir condicionando y determinando la vida política peruana. Veintiún años después de haber irrumpido, nefastamente,  en la escena política peruana. Sea o no sea elegida su hija a la presidencia.

            Humala no tiene mayoría parlamentaria y necesitará para legislar y para evitar mociones de censura parlamentaria a su gobierno por lo menos del apoyo de la bancada de “Perú Posible”. Esta organización de derecha ya estuvo en el poder del 2001 al 2006 con A. Toledo de presidente, el más pro yanqui de todos los jefes de Estado en la historia del Perú.  Este gobernante se destacó entre otras cosas por el continuismo que le dio al modelo ultraliberal fujimorista, por los TLC entreguistas con los EEUU y Chile, por la prevalencia de la corrupción  y por la enésima manipulación gubernamental para sustraer el gas de Camisea a la soberanía e interés nacionales.

            Humala y sus interesados apoyos de derecha prometen que el Estado peruano estará en manos de gente “decente”. Ese sería el premio consuelo de estas elecciones tan sesgadas hacia la derecha y la extrema derecha. La promesa que esta vez no se robarán, como en el decenio del oprobio, los seis mil u ocho mil millones de dólares “desaparecidos” del erario nacional por obra de Fujimori, de su familia y de su séquito. Humala y su coalición prometen igualmente que no habrá un régimen autoritario ni criminal, ni menos aún un régimen que manipule, mienta y aliene a la ciudadanía. Magnánimos y ávidos de buenas noticias deberíamos reconocerlo como verídico, la ventaja de la duda.

            Se abre entonces un período de transición política en el que se eterniza por el momento una institucionalidad constitucional y económica que ya debería haber desaparecido tras una larga década luego de la caída de Fujimori padre. La dinámica nacional y popular, política y social, no se alineará necesariamente con el calendario que la clase política peruana impone al país  como una camisa de fuerza en estos momentos. Entre una Fujimori hija bien maquillada de “demócrata” y un Humala vacuo, sin combustible ni detonador e hipotecado a la derecha, la escena actual parece prometer más de lo mismo cambiando algo, muy poco finalmente, o reponiendo algo, demasiado y peligrosísimo, para que nada cambie. Pero no hay que menospreciar la capacidad de  reacción del pueblo peruano ni la capacidad de la historia de sorprendernos.

Luis BASURTO

docente, sindicalista

Paris, 5 de junio del 2011  |  20h44 GMT