Diario 16, miércoles 15 de junio de 2011Juan Carlos Ruiz No tengo palabras para expresar mi profundo malestar por este atropello urbano que viene perpetrando el presidente García, imponiéndonos a la fuerza esa caricatura de monumento que hoy construye sobre el Morro Solar, a imagen y semejanza de su incomprensible y patológico ego colosal.Lo llamo atropello porque consuma su forma de entender la política pública: “Aquí se hace lo que yo quiero, sí o sí”, nos grita en la cara. Poco importa si hubo planificación urbana, un estudio de impacto ambiental, o si sabemos quién financiará los costos de mantenimiento de esta mole en homenaje a la Nada; lo cierto es que para García el ejercicio de la Presidencia se reduce a realizar sus propios deseos sin considerar lo que piensan los demás. Los ciudadanos sólo tenemos derecho a “callarnos la boca” y acatar.Pero esta vez, señor Presidente, Usted ha ido muy lejos. ¿Qué lo diferencia de aquellos alcaldes o presidentes regionales que gastan el dinero de los contribuyentes en “elefantes blancos” que no tienen mayor utilidad que la de justificar el uso de más cemento? ¿Qué lo diferencia de esos dictadorcillos que aborrecen la participación ciudadana? ¿Qué lo diferencia de aquellas autoridades que prefieren un gasto superfluo y visible, antes que una inversión social de impacto? ¿Qué lo diferencia de aquellos que priorizan la pileta en homenaje a la Papa o un Estadio Monumental en un pueblo pequeño, antes que darle agua potable o desagüe a su población?... ¿Qué la plata llega sola? Son estos gestos, señor Presidente, los que demuestran aquello que llevamos dentro del corazón. Con este inservible monumento, Usted está consagrando al peruano que copia, al pirata, al informal, al que no comunica, al que se impone, al que transgrede el orden de las cosas, al que discrimina, al que no está dispuesto a dialogar y al que, sin duda, el Perú le importa un carajo. ¡Este Cristo, por Dios! no nos hace sentir orgullosos de lo nuestro. Demás está decir que no existe ninguna razón lógica para entender este comportamiento errante del actual mandatario ahora que transcurren sus últimos días en Palacio. Demás está decir que este Cristo del Pacífico es tan irracional como legitimar el forzado indulto a Fujimori o la Ley del Congreso que buscaría proteger a quienes participaron en su gobierno y podrían ser acusados por actos de corrupción. Demás está decir que este monumento a la estupidez es la cereza del postre que nos pinta de cuerpo entero a un Presidente del cual nos sentíamos decepcionados por su incapacidad para representarnos a todos, y del cual ahora también nos sentimos avergonzados.