De esa manera, concluyó otro peculiar episodio político que parecía salido de las páginas de algún relato de realismo mágico. De pronto apareció de la nada, en el escenario peruano, una gigantesca estatua que arribó a nuestras playas como un regalo que le hace el principal contratista del Estado a un presidente a punto de concluir su mandato. La verdad es que si el asunto no fuera cierto, hubiera sido difícil imaginarlo. El cuento es, sin duda, de lo más extraño.Por otro lado, el incidente es un reflejo de nuestra precariedad institucional, ya que un tema que debería ser positivo para la ciudad –al tratarse, al final de cuentas, del obsequio de un Cristo que busca mejorar el ornato de la capital, aunque algunos dudan de que realmente lo logrará– fue manejado en total secreto, como si se tratara de la compra de armamento. Nunca fue debatido, discutido o conocido. Simplemente arribó y se colocó.Con ello uno tiene la impresión de que la idea se le ocurrió solo al mandatario, posiblemente tomándose un trago, y terminó convirtiendo en donante –sacándole un costoso regalo– a quien, a lo largo de su gestión, se ha encontrado a su lado. Incluso, como ya tenía toda la intención de colocar el Cristo, mismo Nerón de país subdesarrollado, ni se molestó en informar de su proyecto a la población.Por otra parte, al arribar la estatua, muchos personajes –incluyendo a nuestra alcaldesa–, seguramente irritados por no haber sido consultados, pusieron el grito en el cielo como si se estuviera violando una reserva o una zona de maravillosa belleza. Cuando, en realidad, en el Morro hay de todo, desde una enorme cruz de metal hasta un sombrero bombín que es un planetario. Por lo que no creo que el Cristo Regalado termine desentonando, sino todo lo contrario.Más aún, como la mayor parte de los limeños son católicos, es muy probable que aprueben la iniciativa y que vean la estatua con agrado.En todo caso, la discusión acerca del Cristo Regalado, sin duda, durará años, con lo cual García habría logrado su objetivo central, el que es asegurar que la población no lo haya olvidado cuando intente retornar para un tercer mandato.