“Nuestra presidente, Dilma Rousseff, será nuestra Kim Jong-il y nuestro país un paraíso para la corrupción”. En Brasil, la oposición no se anda con rodeos cuando se trata de atacar a aquellos que detentan el poder. Sin embargo, nada podrá impedir que el Brasil tire la casa por la ventana en la organización de la Copa del Mundo de 2014.Pero, ¿por qué tanto odio? La semana pasada, el gobierno tomó la decisión de proponer una medida provisional para garantizarse el poder absoluto en la financiación de los proyectos en curso.Desde que Brasil asumió la organización la Copa del Mundo de 2014, hace casi cuatro años, los proyectos no avanzan: guerras internas entre las diferentes sedes o desacuerdos en torno a la asignación de los gastos de modernización de los estadios. Peor aún, en Natal, los trabajadores descubrieron que el terreno sobre el que sería levantado el nuevo templo del fútbol ya había sido vendido por el municipio a un consorcio privado.No está demás decir que, cuando asumió el cargo, Dilma Rousseff heredó un tema complejo. Ante el problema de los plazos que se deben respetar, ha presentado esta medida ante la Cámara de Diputados, que permitiría a los gobiernos -tanto Federal como el de los estados- ser capaz de asignar los proyectos sin necesidad de recurrir a una licitación.Pero, decidida a no quedarse con los brazos cruzados, la oposición espera hacer sentir su presencia antes de que esta moción sea aprobada por el Senado.Sofoot