Ollanta, en serio

Columna: Agenda Política Título: Ollanta, en serio Por: César Campos R. Un grupo de selectos amigos escuchamos ayer – con abierta y positiva atención – a un integrante muy destacado del equipo económico del presidente electo Ollanta Humala. Se trataba de una persona inteligente, dominio de la exposición académica caracterizada por el uso de metáforas felices (su auditorio subimos a un helicóptero imaginario, abrochamos el cinturón de seguridad y desde arriba avistamos un panorama del país que impide perdernos en los detalles) y franqueza de quilates. Confieso mi satisfacción por lo que oí. Las premisas y conclusiones formaron parte de un hilo argumental impecable. La lupa descriptiva del expositor me ayudó a identificar hitos de nuestra historia económica donde se transparentan fracasos y resultados, lo que no se debe hacer y lo que debemos hacer. Lo más importante, nos dice: el presidente  Humala tiene clara la misma visión. Hubo también (por supuesto) oyentes desconfiados, voces contradictorias e interpelaciones severas. La esencia de la democracia. Lo maravilloso de un estado de derecho donde es posible hablar sin miedo y sostener nuestra verdad. Minutos antes, Ollanta y sus dos vice presidentes habían recibido las credenciales que los que los consagran como máximos dignatarios de la nación. También había pronunciado un discurso muy bien escrito (por obra de su propia pluma, imaginamos) en el cual resaltó su propósito de reconciliar al país, objetivo que será posible alcanzar con menos pobreza, más equidad, más inversión y democracia, respetando la separación de poderes. También ratificó su compromiso de gobernar con humildad, prudencia, y luchar contra la corrupción y el narcotráfico. Entre lo dicho por el mandatario electo y el expositor había coherencia. Pero éste último añadió una reflexión que debe servirnos para medir al jefe de Estado 2011-2016 más cerca de lo que podemos imaginarlo. Humala es militar. Los pilares de la formación castrense constituyen la base de su accionar político. Podrá ser mandón y hasta arbitrario en algunas circunstancias, pero también ejercer las virtudes de los hombres de armas. Primero, la disciplina. Se rige por un patrón de conducta diseñado para cumplir tareas pre establecidas. Y lo hace bajo el imperio de principios elementales como certeza, autocontrol y puntualidad (hándicap de su socio Alejandro Toledo).  Segundo, el trabajo de comando o staff. Aquí predominan el intercambio de ideas, la capacidad de análisis, el deshecho de hipótesis absurdas y arribar a conclusiones que pasan a convertirse en derroteros indiscutibles. Tercero, el valor de las estrategias y la planificación. Nada se deja al libre albedrío del que somos devotos muchos civiles. Aquí se estima que será posible incluso identificar aquellas áreas del Estado donde se traban las decisiones más valiosas del comando gubernamental y aplicarles el rigor del caso. Un irónico le agregó el cuarto elemento del aura militar: someterse a sus esposas. Pero fuera de la chanza, se dijo que Humala aplicará con fortuna el esquema profesional del que es tributario y se nos aseguró el absoluto perfil de seriedad que identifica al próximo mandatario. Efectivamente, Humala es una persona seria. Algunos sólo esperamos que gobierne en serio y con mucho lenguaje social.